La piel: un lugar que nos define y restablece. Citas de Ashley Montagu / Víctor H. Palacios Cruz
Escultura "Sientes lo mismo que yo". |
En las imágenes
que acompañan esta publicación, esculturas del artista español Miguel Guía (n.
1960).
Pese a que
la superficie que cubre el cuerpo es lo que más continuamente sentimos de
nuestro ser y lo que más continuamente nos hace sentir el mundo, lo que vemos
primero de los demás y de nosotros mismos; sin embargo, como el aire y como la
vida misma, la piel ha sufrido el silencio de todo lo que es evidente. En todo
caso, ha sido más objeto de la acción de la cosmética, el bisturí y el tatuaje,
antes que de una reflexión a fondo por parte de la cultura, la familia y la
educación.
A lo sumo,
ha sido víctima de una larga tradición que, tachando al cuerpo como lugar de ruindad
y podredumbre, ha querido encerrarnos en el puro espíritu que no somos, en
contra del mismo legado según el cual el Verbo “se hizo carne y habitó
entre nosotros”. Una abstracción deshumanizante que hace brillar los ojos a cierta
tendencia actual que sueña con abatir la última de las fronteras en el camino
hacia la perfección ilimitada: un cuerpo todavía aquejado de flaquezas y
mortalidad; abandonado el cual, dicen los transhumanistas, migraremos a una
existencia enteramente digital para alcanzar, por fin, la ansiada libertad
absoluta.
Como se
sabe, la guerra contra un lado de las cosas se agota y termina dando alas a una
nueva guerra contra el lado opuesto. En su libro El tacto. La importancia de
la piel en las relaciones humanas (1986), el antropólogo Ashley Montagu
demostró, echando mano de una amplia documentación científica, una lúcida
mirada de la experiencia común y un gran talento literario, lo que en realidad las
sociedades primitivas no occidentales y nuestras propias abuelas creían sin
titubeos: que el afecto físico es una inclinación natural y una necesidad
primordial, de modo que negarlo –a los hijos más aún– causa trastornos de orden
fisiológico, conductual y psicológico. En este, como en otros títulos de su vasta
obra, Montagu nos reconcilia con nuestra dimensión animal y mamífera cuya
verdad es no solo ineludible, sino también la mejor preparación para cualquiera
de las relaciones que entablemos con lo eterno. Un libro ya clásico, que esta
somera selección de citas desea agradecer y también recomendar.
"El poder de un abrazo". |
Importancia
orgánica y biográfica de la piel
“Las
células de la piel y las entrañas pueden dividirse cientos y miles de veces
durante la vida de una persona. Las células de la piel mudan a un ritmo de un
millón por hora. En las diferentes partes del cuerpo, la piel varía de textura,
flexibilidad, color, olor, temperatura, inervación y otros aspectos. Asimismo
la piel, sobre todo en el rostro, recoge los sufrimientos y los triunfos de la
vida, lleva consigo su propia memoria de experiencia”.
(p. 24)
La
caricia física como necesidad fundamental
“La forma
en que las crías de todos los mamíferos se acurrucan y arriman al cuerpo de la
madre, así como a los cuerpos de sus hermanos o de otro animal introducido en
la camada, sugiere claramente que la estimulación cutánea es una necesidad
biológica importante tanto para su desarrollo físico como conductual. A casi
todos los animales les gusta ser acariciados o que se estimule su piel de forma
placentera. El perro parece poseer una sed insaciable de caricias, los gatos
disfrutan y ronronean; muchos animales, tanto domésticos como salvajes, parecen
disfrutar de las caricias tanto como de lamerse el propio cuerpo. El supremo
acto de confianza que un gato ofrece a un humano es frotarse contra la pierna
de éste.
El tacto de
una mano humana es mucho más eficaz que la aplicación de un aparato mecánico
impersonal, por ejemplo para ordeñar; los expertos y los granjeros de vacas
saben bien que las vacas ordeñadas con las manos dan más y mejor leche que las
vacas ordeñadas con ordeñadoras mecánicas.”
(p. 52-53)
Carencia
táctil e inaptitud materna
“Cuando
nace un bebé, también nace una madre. Existen evidencias considerables de que
entonces, y a lo largo de varios meses, la necesidad de contacto por parte de
la madre supera a la del lactante. (…) En la madre humana, la necesidad de
contacto íntimo es, sin duda, mucho mayor y considerablemente más prolongada
que en otros mamíferos y tiene no solo importantes funciones psicológicas sino
también muchas fisiológicas, como el cese de la hemorragia posparto, la
contracción del útero, la separación y expulsión de la placenta, la mejora en
la circulación, etc.
Un hallazgo
sorprendente de Harlow y sus colaboradores fue que al investigar el historial,
hasta remontarse a sus primeras experiencias, de cinco madres (primates)
incompetentes, se descubrió que a todas se les había negado la oportunidad de
desarrollar relaciones materno-filiales normales, que nunca habían tenido
contacto con una verdadera madre de su madre y que posteriormente su relación
con otros monos había sido solo limitada. Dos de estas madres eran indiferentes
a sus hijos, mientras que tres los maltrataban violentamente”.
(p. 60)
"El hombre del futuro". |
Tactilidad
temprana y salud conductual
“Para la
cría de la especie humana, la caricia es una forma de experiencia tan
importante como lo es el hecho de lamer para otras crías de mamífero. (…) uno
de los elementos en la génesis de la capacidad para vivir es «lamer» o su
equivalente en otras formas de placentera estimulación táctil.
(…) el
tacto es una necesidad conductual básica, como respirar es una necesidad
física básica; el lactante dependiente está concebido para crecer y
desarrollarse socialmente a través del contacto, la conducta táctil, y para
mantener contacto con otros a lo largo de su vida. Es más, si la necesidad
táctil no se satisface, da como resultado una conducta anormal.”
(p. 64)
Progreso
técnico y rechazo de nuestro ser mamífero
“Se trata
de un hecho que solo muy lentamente empieza a aceptarse en nuestro sofisticado,
tecnológico, deshumanizado y cubísticamente deteriorado mundo occidental, un
mundo en el que la lactancia materna es considerada por muchos por debajo de la
dignidad humana. Como exclamó con indignación una joven de educación exquisita
cuando le pregunté, en década de 1950, si iba a dar el pecho a su bebé. «Por
qué iba a hacerlo, eso es cosa de animales. Ninguna de mis amigas lo hace». Era
un mundo en el que el 96 % de las nuevas madres daban el biberón a sus bebés,
un mundo donde los pediatras aseguraban a las madres que el biberón era tan
bueno como el pecho, e incluso mejor. Como ha señalado James Croxton: «los
humanos son los únicos mamíferos que crían a sus bebés como si no fueran
mamíferos».
(…) Vivimos
en el lógico desenlace de la Era Mecánica, donde cada vez más cosas se producen
con máquinas, se intenta que los hombres se parezcan lo más posible a ellas y
no se juzga erróneo tratar a los demás de una forma igualmente mecánica; una
era que considera un hito del progreso que aquella elaborado antes por los
seres humanos pasen a hacerlo las máquinas. Se ha considerado un avance que una
fórmula embotellada sustituya el contenido del pecho humano y el disfrute que el
bebé experimenta, sobre todo en una época donde desgraciadamente muchas mujeres
asumen los valores del mundo masculino”
(p. 92-93)
"Amistad". |
Necesidad
humana de contacto con la madre
“Albrecht
Peiper ha señalado que, en las naciones civilizadas, el niño de pecho se
convierte en un niño de cuna que, aunque con suerte reciba lactancia materna,
volverá al cuerpo de la madre solo a la hora de la toma. Añade que, en los
pueblos no civilizados, las madres transportan a sus hijos consigo, como hacen
los monos. «Es un logro antinatural que el bebé humano deba pasarse la vida en
una cuna. No está adaptado en modo alguno a ella; lo que el bebé desea es que
lo lleven a todos lados y lo muestra claramente una y otra vez. Calmarlo con
chupetes o meciéndolo es una reminiscencia de cuando madre e hijo estaban más
unidos física e íntimamente».”
(p. 99-100)
Tacto y
objetividad (conciencia del yo)
“El tacto
atestigua la «realidad objetiva» como algo externo que no es uno mismo. Como ha
escrito Walter Ong: «Y, sin embargo, por la misma razón que atestigua el no-yo
más que cualquier otro sentido, el tacto implica a mi propia subjetividad más
que ningún otro sentido. Cuando siento este algo objetivo ‘ahí fuera’, más allá
de los límites de mi cuerpo, también, en el mismo instante, experimento mi
propio yo. Me siento simultáneamente otro y yo».
(…) Ortega
y Gasset observa: «Está claro que la forma decisiva de relacionarnos con las
cosas es el tacto. Y, en tal caso, tacto y contacto son necesariamente el
factor más concluyente en la determinación de la estructura de nuestro mundo».
Ortega también señala que el tacto se diferencia de los otros sentidos en que
siempre implica la presencia, al mismo tiempo e inseparablemente, del cuerpo
que tocamos y el cuerpo con el que tocamos.”
(p. 146-147)
Contacto
materno y música
“Puesto que
el lactante pasa muchas horas en la cadera de la madre mientras esta miele el
arroz, es gran interés señalar que Colin McPhee, una de las principales
autoridades en música balinesa, descubrió que el tempo básico de la música de
Bali es el mismo que el de la mujeres al moler arroz”.
(p. 167)
"Reflexión". |
Las
aberacciones del behaviorismo
El
behaviorismo fue una corriente filosófica novedosa que, entre 1916 y 1930, a
través de voces como la de John Broadus Watson, profesor de Psicología de la
Universidad Johns Hopkins, “sostenía que el único enfoque acertado para el
estudio del niño era su conducta. La postura básica era que solo lo
objetivamente observable constituía un dato científico. Lo que no podía
observarse (los deseos, las necesidades y sentimientos del niño) quedaba
excluido del interés behaviorista y, por tanto, se trataba como si no
existiera. Los behavioristas insistían en tratar a los niños como si fuesen
objetos mecánicos a los que podía darse cuerda cuando se deseara; los niños
estaban a merced de su entorno y los padres podían, mediante su propia
conducta, convertirles en lo que quisieran. Debía evitarse el sentimentalismo,
ya que cualquier muestra de amor o de contacto físico íntimo hacía al niño
demasiado dependiente de sus padres. El objetivo, exhortaban los behavioristas,
era fomentar la independencia, la confianza en uno mismo y evitar cualquier
dependencia del afecto de otros. No debía mimarse a los niños con afecto.
“(…) Se
ordenó a las madres que mantuvieran distancia emocional respecto de sus hijos,
que desistieran de besarles, abrazarles o acariciarles. No debían responder con
demasiada celeridad al llanto del pequeño cuando pedía alimento o atención. Las
capacidades del bebé, decía Watson, debían ejercitarse para conquistar el
mundo. Para lograr tal objetivo, era necesario enseñar a los niños a controlar
su horario de comidas, sus esfínteres y otras tareas según un régimen estricto.
Eran las técnicas de resolución de problemas y la concentración ilimitada en
una actividad en lo que debía prepararse al niño para que hiciera frente a las
exigencias de la sociedad norteamericana. (…)
Escribe
«Existe una forma racional de tratar a los niños. No abrazarles ni acariciarles
nunca, ni dejarles sentarse en el regazo. Si tiene que hacerlo, bésele una sola
vez en la frente al darle las buenas noches. Estréchele la mano por la mañana.
Ofrézcale una palmadita en la cabeza si ha realizado un trabajo extraordinario
o una tarea muy difícil. Inténtelo. Al cabo de una semana, verá cuán sencillo
es ser perfectamente objetiva con su hijo, y amable al mismo tiempo. Se
avergonzará del modo sensiblero, empalagoso en que lo estaba tratando». (…)
La mayoría
de las madres sentían que aquello no podía ser bueno, pero ¿quiénes eran ellas
para discutir a las autoridades? Nadie les dijo que, supuestamente, una
«autoridad» es alguien que debe saber.
En los
siguientes versos, una madre angustiada rememoró aquellos días de forma
conmovedora: «Dijeron que a los bebés no podía abrazar; / los malcriaría y los
haría llorar. / Quise hacer lo mejor para ellos / Y los años pasaron con
celeridad. / Ahora vacíos mis brazos están; / Ya no siento esa sublime emoción.
/ Si tuviese a mis bebés de nuevo, / ¡los abrazaría sin cesar!»”
(p.
173-175)
Título desconocido. |
Ducharse
y cantar
“Los
hombres, así como algunas mujeres, que no suelen cantar en otras
circunstancias, lo hacen al darse un baño o una ducha. (…) Es obvio que la
estimulación cutánea con agua es muy distinta en la ducha que en el baño. La
estimulación repentina y continuada de la piel en la ducha induce cambios
respiratorios activos que, en el sujeto adecuado, probablemente acabarán en una
canción.”
(p. 219)
Falta de
afecto físico en la infancia y desorden sexual
“Un trágico
ejemplo de la búsqueda de contacto físico a través del sexo, como forma de
lograr amor y aliviar la ansiedad, es el caso de la popular cantante Janis
Joplin. Myra Friedman lo relata en su biografía de la cantante:
«Janis
respiraba, pensaba, sentía y actuaba a un nivel primitivo que era casi
absoluto. Incluso pasados los 20 años, seguía siendo una niña herida e
implorante que quiere exactamente el mismísimo amor completo del abrazo físico
y, en cierta medida, el sexo era un sinónimo válido de lo que buscaba. No era
amor en el sentido adulto: no compartía ni daba, no había interés ni
compromiso, nada de eso. Pero, para ella, era amor. En su hambre de
afecto, casi enloquecía. Su búsqueda constante de contacto físico tenía ecos de
ansia infantil y la frustración de tal necesidad no evitaba, sino que producía,
una ansiedad insoportable. En ese sentido, el sexo era un paliativo, un escape
de la tensión insoportable, lo que daba al alivio sexual una importancia
desmesurada, abrumadora».
(…) Toda
tragedia es un error de comunicación. El niño que recibe una inadecuada
estimulación cutánea sufre un fallo en su desarrollo integrador como ser
humano, un error en la comunicación de la experiencia de amor. Al ser
acariciado, abrazado, transportado en brazos, reconfortado y hablado con
dulzura, es decir, cuando es amado, el niño aprende a acariciar, a abrazar, a
reconfortar y a hablar con dulzura, es decir, a amar a otros. En este contexto,
el amor es sexual en el sentido más sano de la palabra. Supone implicación,
interés, responsabilidad, ternura y conciencia de las necesidades,
sensibilidades y vulnerabilidades del otro.”
(p.
242-244)
Título desconocido |
Contra
el castigo físico a los niños
“Pegar a
los niños, sea cual sea la intención, como forma de disciplina o por cualquier
otra razón, convierte la piel en un órgano de dolor más que de placer.”
(p. 256)
El útero
materno: nuestro primer universo
“En el
interior del útero, el feto está encerrado e íntimamente unido a las paredes
del útero, que le rodean y sirven de sostén. No obstante, con el nacimiento, el
lactante experimenta un entorno más o menos abierto; debe aprender a
acostumbrarse a las mínimas variaciones de ese entorno nuevo y desafiante.
Hasta el último día de su vida posnatal, la experiencia más temible y
emocionalmente más turbadora que puede sufrir el individuo es la súbita
retirada de soporte. (…) El feto que dentro del útero se encuentra rodeado,
sostenido y mecido en su entorno amniótico, durante su exterogestación necesita
un apoyo continuado de su madre, ser sostenido y mecido en sus brazos, estar en
contacto con su cuerpo e ingerir calostro y leche en lugar de líquido
amniótico.
(…) Durante
la gestación uterina, las fronteras del mundo son las paredes del útero. Es
necesario comprender que el neonato se encuentra más cómodo cuando las
condiciones del interior del útero se reproducen lo mejor posible en el estado
de gestación externa, es decir, cuando el bebé se encuentra rodeado por los
brazos de su madre en el regazo materno. El lactante necesita aprender en los firmes
cimientos de la cercanía lo que significan la intimidad, la proximidad, la
distancia y la abertura. En pocas palabras, tiene que aprender el significado,
y la forma, de acomodarse a una gran variedad y complejidad de relaciones
espaciales que están íntimamente vinculadas con las experiencias táctiles del
lactante, sobre todo en relación con el cuerpo materno.”
(p.
324-325)
Ashley Montagu (1905-1999). |
Tactilidad
y arte
Henry
Moore: «para mí en el mundo de la forma todo se entiende a través de nuestros
propios cuerpos. A partir del pecho materno, de nuestros huesos, de topar con
cosas, aprendemos lo que es áspero y lo que es liso.»
“Ciertas
músicas también poseen cualidades táctiles; las canciones de cuna, por ejemplo,
tienen un efecto apaciguador, acariciador. Algunas músicas pueden llegar a ser
físicamente agresivas, mientras que otras amables y cariñosas.”
(p. 342)
Tactilidad,
comunicación y fusión
“Tocar
significa comunicar, convertirse en parte de, poseer. Lo que toco se convierte
en parte de mí, yo poseo. Cuando otro me toca, me transfiere parte de él;
cuando toco a otro, le transfiero parte de mí.”
(p. 422)
Fuente: Ashley Montagu (2023) El tacto. La importancia
de la piel en las relaciones humanas. Barcelona: Paidós.
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