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Mostrando las entradas de enero, 2019

Cuando alguien nos llama, empezamos a existir. / Por: Víctor H. Palacios Cruz

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Dedicado con ternura a nuestro Benjamín que,  aún dentro de su bellísima mamá,  ya escucha mi voz llamándolo. (La imagen es un fotograma de la película francesa  Le petit prince -Mark Osborne, 2015-  basada en el célebre relato de Antoine de Saint-Exupéry.) En 1799, al pie de los Pirineos franceses, “tres cazadores atrapan un animal en el instante en el que, abandonando las bellotas recogidas, procuraba huir trepando por un árbol. Llevado al pueblo la sorpresa es total, el animal resulta ser un hombre, un cuerpo de unos once años, sucio, descuidado, marcado por desgarramientos y desolladuras, completamente cubierto de cicatrices que parecen ser la huella de terribles combates con las fieras”. Añade Constantino Carvallo (en su libro Donde habita la moral ) que, aun bajo los expertos cuidados del doctor Jean Itard, a lo largo de los años aquel muchacho no llegaría a mostrar una conducta reconociblemente humana: sin voz ni memoria, mirada incapaz de fijación, emotiv

El irresistible encanto de Michel de Montaigne

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Mi lectura de unas páginas entusiastas y devotas que el habitualmente irreverente e iconoclasta Michel Onfray dedica a Michel de Montaigne -en su libro Contrahistoria de la filosofía II -, me animan a compartir aquí el inicio de uno de mis trabajos sobre la singularidad ecuménica, socrática, serena y sonriente del autor de Los ensayos . Se trata de un artículo publicado por la revista de teoría política Foro Interno , de la Universidad Complutense (Madrid, España). La versión completa se obtiene en este link  http://revistas.ucm.es/index.php/FOIN/article/view/50382/46814 . La imagen recoge una conferencia sobre Montaigne que pude impartir en Lima hace un tiempo. A poco de nacer, Michel de Montaigne (1533-1592) ─nacido en el castillo que su padre Pierre Eyquem heredó de sus ancestros─ fue enviado a la casa de unos leñadores que trabajaban al servicio de las propiedades familiares. Contra lo acostumbrado por la nobleza de su tiempo y por órdenes de su progenitor, el pequeño Mic

Un elogio de los viajes. / Por: Víctor H. Palacios Cruz

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Sierra de Morropón (Piura). Fotografía:Víctor H. Palacios C. En vísperas de la partida a un destino que la mirada de mi esposa sin duda multiplicará -pues "ver juntos es ver más"-, comparto una pequeña interpretación teórica pero también testimonial de la estimulante e imprevisible experiencia de viajar. (Fotografía: Víctor H. Palacios C.) Un elogio de los viajes     Según Martin Buber, vivir demasiado en la muchedumbre nos diluye y vivir demasiado en el interior nos distorsiona. O disipamos la individualidad ―el ser mundo para uno y para otros, como quería Rilke―, o la magnificamos al precio de perder la realidad. Nada libra al yo de sus propios tormentos como salir de sí mismo. Ocurre que hay dos fuerzas supremas en nuestro tiempo y las dos tienden hacia la soledad: la suplantación de la realidad por su impalpable posesión en las virtualidades de la tecnología. Para qué salir, para qué movernos y buscar: todo queda al alcance de un leve click . En segun

El loco Clarivo / Por: Víctor H. Palacios Cruz

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Un texto de El polvo de las sandalias , mi libro de personajes, lugares, encuentros y caminos. La historia se la debo a un relato contado por mi papá -Higinio Palacios Sullón- en una inolvidable velada con amigos. El loco Clarivo Hay locos ilustres, recordables, ingeniosos. Algunos que conmueven con el origen de su insania; otros que estremecen con la tragedia en que terminan. Unos que alegran con la ocurrencia extravagante que pone el único acento sobre la línea de nuestra rutina. Otros que, en cambio, aterran con una agresividad que los demás rehúyen o provocan, aumentado con ello su soledad y su desvarío. Cada barrio que se precie tiene su loco, ese cometa del espacio que atraviesa, anómalo, la órbita que trazan los caminos de los sanos transeúntes. Aquel que ríe cuando los demás lloran; aquel que habla cuando los demás callan; aquel que camina cuando los demás, conformes y cansados, duermen en sus camas ordenadas. Hubo, a propósito, un orate inolvidable que vivi