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Mostrando las entradas de junio, 2019

Enseñar es estar juntos para aprender a estar solos / Por: Víctor H. Palacios Cruz

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Acuarela de Cj de Silva (2013) La calidad de una sociedad es la calidad de sus maestros. Aún no rompemos en el país el círculo vicioso de un oficio mal entendido y mal remunerado, que desanima a los talentos y deja las aulas en manos a menudo indignas que explican el desprestigio que, finalmente, lleva a una parte de la sociedad a persistir en su desdén de esta profesión. Aquí un homenaje a los buenos maestros y, en especial, a mi padre en quien enseñar –desde sus inicios en la Piura andina y rural– siempre fue una vocación, un arte y un gozo contagiante. A Higinio, mi padre y mi primer maestro             Era pequeño, cabía en los brazos de mi padre, y él me sentó una noche en la amplia cama de su cuarto para pedirme que le contara una historia que yo mismo pudiera inventar. Recuerdo que empecé a hablar de un monstruo y que decía “y luego”, “y luego, “y luego”. Con sumo tacto, de pronto, mi papá se introdujo en medio de mi relato y me dijo con afecto: “dices va

Zobeida, una de Las ciudades invisibles de Ítalo Calvino

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(Lamento no haber dado con la autora o el autor de esta ilustración.) Es injusto que la novela, el cuento y la poesía sean los únicos géneros que convaliden la grandeza de una obra literaria. El diario, la correspondencia, el aforismo o textos inclasificables como Las Prosas apátridas de Ribeyro, El spleen de Paris de Baudelaire, los escritos experimentales de Georges Perec o Las ciudades invisibles de Ítalo Calvino representan formas propias, distintas y no menos estimables en el “arte del decir” que es la literatura en esencia. Exigir novelas, por ejemplo, a un autor para reconocer su trabajo supone ceñir la escritura a un cauce prestablecido (aun con toda la flexibilidad adquirida en el tiempo) que no admite otras posibilidades –inagotables en realidad– de expresar un ejercicio del lenguaje o una mirada del mundo, que justamente tienen su encanto en que responden a una sensibilidad individual e irrepetible. Las ciudades invisibles (1972) reúne una serie de urbes fi

¿Para qué enseñar filosofía en la universidad? / Por: Víctor H. Palacios Cruz

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Biblioteca de la Universidad de Salamanca, España. En tiempos de un desvío administrativo, pragmático, cosmético y lucrativo en el rumbo de las universidades y, más aún, de una sociedad perpleja en la abundancia de información e imágenes que no forman un conjunto reconocible, defiendo la pertinencia de la mirada panorámica e interpretativa de la filosofía. Aquí un extracto de mi artículo “El drama de la identidad universitaria y el lugar de la filosofía en la enseñanza”, publicado en la revista IUS de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica Santo Toribio de Mogrovejo. La astronomía, la geografía, la química o la física escogen una parte del mundo y suprimen el resto. Son ciencias “particulares”. Pero el mundo no es una parte ni una suma de partes. Una enciclopedia no es sabiduría sino un desfile de especialidades. Al humano lo estudian la anatomía, la sociología, la historia. Pero no consistimos en algo anatómico, sociológico o histórico. El dolor es un hecho

Botero y Giacometti: conveniencia de las contraposiciones estéticas / Por: Víctor H. Palacios Cruz

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Una exposición dedicada a Alberto Giacometti (1901-1966) en el Museo del Prado (Madrid, abril-julio de 2019), en que sus esculturas alargadas contrastan o dialogan, en la mirada visitante, con los cuerpos exuberantes de las telas de Tiziano y Tintoretto, Las Meninas de Velásquez y los seres espiritualizados de El Greco. La propuesta es sugerente. Personalmente, vuelvo a un texto previo en que, considerando la plástica del escultor colombiano Fernando Botero –para muchos condescendiente y reiterativa–, jugaba a comparar dos tendencias contrarias en los imaginarios culturales, más allá de la sola estética. Esculturas de Botero : carnalidad y volumen. No obesidad, sino rotundidad de la presencia y desproporción de la intensidad. Una humanidad que, contra las trampas de la fluidez digital, sigue siendo cuerpo, roce y gravidez. Sus personajes tienen el gozo que hay en la anchura de los anhelos. No padecen la inmovilidad de las formas cúbicas ni el cuchillo de sus aristas. Más b