¿Cuánto nos representa a todos “El hombre de Vitruvio”? Discusiones y reflexiones en torno al célebre dibujo de Da Vinci / Por: Víctor H. Palacios Cruz


 

Una imagen como esta es suficiente para empezar, incluso para desarrollar toda una asignatura que gire en torno al ser que somos. Lo vuelvo a descubrir en mis clases con estudiantes de distintas carreras de universidad, al inicio de un nuevo semestre. Sin duda, esta versión idealizada de nuestra anatomía ha influido en el modo cómo la humanidad se ha entendido a sí misma. Pero también ha sido el resultado final de una inmensidad de influencias que se remontan a miles de años antes de Da Vinci, que siguen actuando ahora mismo y que asoman cuando se formula una pregunta elemental: ¿la humanidad ha sido y será siempre la misma que representó este dibujo?

 

Pocos dibujos como este han sido tan reconocibles, reproducidos y hasta parodiados por la cultura popular. Se lo encuentra en portadas de libros, afiches de congresos o camisetas deportivas, asociado por lo común a cierta idea elevada acerca del talante de nuestra condición.

De hecho, se trata de una figura perfectamente inscrita en el centro de un círculo y de un cuadrado, dos de los patrones geométricos que rigen, según la mirada humana, las formas que componen el cosmos así como las que salen de nuestras propias manos.

Una silueta simétrica y armoniosa que enuncia que todo lo existente se organiza según leyes matemáticas

Una silueta simétrica y armoniosa que, con la elocuencia de sus proporciones exactas, enuncia que todo lo existente, desde lo grande hasta lo pequeño y llegando hasta nuestra naturaleza, se organiza según rigurosas leyes matemáticas. Lo que significa, asimismo, que nuestras medidas son también la referencia de los artificios que moldeamos y de los que construimos.

 

El contexto del dibujo

El nombre del dibujo –realizado hacia 1490– se debe al célebre arquitecto romano Vitruvio. De joven, arquitecto de Julio César y, luego, autor del tratado sobre su oficio más antiguo que se conoce en la historia, el De architectura, donde habla justamente de nuestra anatomía como una unidad espacial que deberían respetar útiles, mobiliarios, edificaciones y ciudades.

Versión del hombre de Vitruvio según Giacomo Andrea Ferrara.

Canon que ha inspirado a distintas épocas, por ejemplo al Renacimiento que lo adoptó gracias a la reedición de la obra de Vitruvio a fines del siglo XV, y a la influencia que el libro De Re Eadificatoria, de Leone Battista Alberti, ejerció sobre varios artistas, entre ellos el propio Leonardo Da Vinci.

Muestra de ello es el juicio peyorativo que el pintor y escritor Giorgio Vasari pronunció acerca de las catedrales de la Baja Edad Media, a las que llamó góticas –de “godos”, es decir “de bárbaros”– por el exceso de sus relieves y la babélica altura de sus torres, al pie de las cuales la figura humana aparecía ridícula y superflua.

Las distintas decisiones que la realización del dibujo de Da Vinci supuso no están exentas de los sesgos inherentes a toda percepción individual

O, más contemporáneamente, en los proyectos del arquitecto y urbanista danés Jan Gehl, quien, como Vasari hace cinco siglos, cuestiona el gigantismo de los rascacielos y autopistas que nuestra modernidad abrazó con fervor hace un siglo. Dimensiones concebidas para el desplazamiento de las máquinas más que para la estancia y el encuentro de las personas. Enormidades contrarias a la “escala humana” y, por ello, hostiles a la convivencia y a la salud.

Otros artistas, incluso antes de Da Vinci, intentaron plasmar el paradigma vitruviano con dibujos que quedaron opacados por el del maestro florentino, y luego reservados para la memoria de los especialistas. Entre ellos, Francesco di Giorgio Martini, Giovanni Giocondo, Giacomo Andrea Ferrara y Cesare Cesariano.


Dibujos del hombre de Vitruvio de Cesare Cesariano (1521).

La discusión que suscita el dibujo

El detalle es que las distintas decisiones que la realización del dibujo de Da Vinci supuso no están exentas de los sesgos inherentes a toda percepción individual.

Quiero decir que es obvio que no muchos de nosotros podríamos identificarnos con una imagen que, como insisto, se inspira en los rasgos corporales que el artista conoció y en los criterios de corrección y belleza que tomó de su tiempo.

Solo para empezar, la anatomía y la complexión de “El hombre de Vitruvio” son las de un varón y no de una mujer. Al respecto, la sensibilidad actual no debe olvidar que habría surgido idéntico debate si Da Vinci hubiera elegido una mujer como modelo para su estudio; del mismo modo que la posición opuesta a esta sensibilidad tampoco podría negar que el machismo y la misoginia fueron casi universales, por desgracia, en la cultura occidental desde griegos y romanos hasta aún mucho después del autor de La última cena.

Una Madonna de Rafael tiene facciones más italianas que hebreas, igual que la Virgen retratada por un indígena en el Perú colonial mostraría otras más bien mestizas

Pero es solo el principio de la discusión. El aspecto del dibujo de Leonardo es el de un varón europeo, quizá mediterráneo. Además, de un europeo de fines del siglo XV para quien el cabello ligeramente largo y rizado era un atributo muy estimado en la moda de entonces.

(Si bien teológicamente los ángeles son seres asexuados, sus versiones pictóricas en el Renacimiento solían ser exquisitas figuras varoniles cuyos cabellos se extendían y acicalaban de un modo que desafiaría a los estilistas más competentes de la actualidad. Un autorretrato de Durero revela que tal cabellera era una señal de distinción con pretensiones incluso espirituales).

Juguetes de niños con síndrome de Down. Colección premiada en 2020.

En verdad, es el mismo motivo que explicaría por qué una Madonna de Rafael Sanzio tiene facciones seguramente más italianas que hebreas, del mismo modo que la Virgen retratada por un indígena en el Perú o México coloniales mostraría otras más bien mestizas o incluso autóctonas.

Como mencionaba una alumna en mis clases, “El hombre de Vitruvio” tampoco permite que muchos de nuestros prójimos con minusvalías o habilidades diferentes se vean reconocidos. Recuerdo, enternecido, que en la colección de juguetes de una benefactora alemana establecida en Cajamarca descubrí una muñeca que representaba a una niña con síndrome de Down.

La individualidad es un don de la multitud. Sin los demás, no solo no seríamos como somos, sino que ni siquiera seríamos

Pero, como decía, cualquier elección que hubiera tomado Da Vinci para efectuar su dibujo lo habría expuesto a las más variadas disconformidades a posteriori. Para decirlo de otro modo, querer reunir en un solo boceto todas las singularidades de la humanidad habría dado como resultado una imagen enrevesada,confusa e irreal.

Hay que decir, a todo esto, que ninguna cultura está libre de las distorsiones del etnocentrismo. Los ejemplos que da de ello Yuval Noah Harari no tienen desperdicio: “en el lenguaje de los dinka de Sudán, «dinka» significa simplemente «personas». Las que no son dinka, no son personas. Los enemigos acérrimos de los dinka son los nuer. ¿Qué significa la palabra «nuer» en el idioma de los nuer? Significa «personas originales». A miles de kilómetros de los desiertos de Sudán, en las frías y heladas tierras de Alaska y el nordeste de Siberia, viven los yupik. ¿Qué significa «yupik» en el lenguaje de los yupik? Significa «personas reales»”.

Recreación hipotética de un neandertal.

Sin embargo, todas las dificultades en juego se despejan si se repara en que imaginar, y por consiguiente dibujar, no es lo mismo que abstraer o conceptualizar. Lo imaginado es siempre concreto y particular, aun cuando se trate del objeto de una fantasía. Imaginar una mesa es siempre elegir una y excluir el resto de las mesas. En cambio, intentar la noción general de cualquier cosa es enunciar lo que es común a todos los casos que entran dentro de su categoría. Lo que no impide que, luego, esa noción padezca la paradoja de poder referirse a todos y a ninguno en realidad.

Aunque es difícil que la palabra “definición” pueda ajustarse a la compleja e inagotable condición humana, sin embargo, propuestas como las de Aristóteles o Nietzsche –somos un “animal capaz de palabra” o un “animal capaz de promesas”– son, sin duda, más universales que cualquier dibujo que aspire a designar a todos los miembros de la especie.

La adopción de usos y técnicas provocó una sucesión de alteraciones orgánicas sin las cuales sería irreconocible lo que ahora entendemos como humano

En último término, si quisiéramos aludir visualmente a esta totalidad, lo más justo sería recurrir no a una silueta individual, sino más bien a una muestra de la diversidad de los rostros que pueblan el planeta. Una galería que recuerde que, entre nosotros, la igualdad y la diversidad son esenciales e indisociables. Ya un solo cuerpo es el punto adonde arriban, sin detenerse, innumerables caminos que llevan consigo una mezcla de herencias y genotipos.

La individualidad es un don de la multitud. Sin los demás, no solo no seríamos como somos, sino que ni siquiera seríamos.


 

La reflexión que inspira el dibujo

No obstante, mucho más provechosa que la discusión que “El hombre de Vitruvio” pueda desatar, es la reflexión que surge cuando se formula una doble pregunta como la siguiente: ¿la humanidad ha sido y será siempre la que llegó a reflejar este dibujo?

En primer lugar, los hallazgos paleontológicos aclaran que no solo nuestra especie ha evolucionado a través de milenios, sino que además lo ha hecho no de manera lineal como creíamos y que, en rigor, provenimos de un encuentro, aún desconocido, entre variadas vertientes entre las que asoman neandertales, denisovanos y homo sapiens.

Pero tan interesante como notar que tardamos muchísimo en alcanzar la espléndida efigie que muestra el estudio de Da Vinci, lo es el examinar someramente qué es lo que provocó las grandes transformaciones que los huesos de aquí y de allá permiten deducir. Hay de por medio factores ambientales, pero hay sobre todo lentas e irreversibles modificaciones impulsadas por la propia decisión humana. Es decir, por la adopción de usos y técnicas cuya inevitable consecuencia fue una sucesión de alteraciones orgánicas sin las cuales sería irreconocible lo que ahora entendemos como humano.

El humano es un ser inacabado que se ha hecho en buena parte a sí mismo y no ha recibido su ser por entero de la naturaleza

Por ejemplo, la introducción del fuego en la rutina de nuestros antepasados, que debió suavizar la masticación de los alimentos y favorecer el retroceso del aparato mandibular. El encogimiento paulatino de los maxilares, a su vez, debió conceder más volumen a la capacidad craneana, así como afinar las partes y conductos que intervienen en la ingestión de los bocados. Con lo que el cuerpo de nuestros abuelos ensanchó su masa cerebral y estilizó su laringe, su lengua y sus labios para, finalmente, articular palabras y dar lugar a un universo de ritos, conocimientos y memorias.

La misma postura erguida no estuvo en el punto de partida de la andadura humana, sino que fue una elección audaz que tuvo efectos terriblemente dolorosos. Entre ellos, el estrechamiento del canal del parto en las mujeres que provocó primero muchísimas muertes en el alumbramiento, y luego el tener que dar a luz a bebés cada vez más prematuros y desvalidos que, a su vez, demandaron una mayor cohesión grupal a fin de asegurar su sobrevivencia.

Todo lo cual significa que, en definitiva, el humano es un ser inacabado que se ha hecho en buena parte a sí mismo y no ha recibido su ser por entero de la naturaleza, a la que incluso ha modelado de una manera inimaginable desde el inicio.

Darth Vader. Saga de Star Wars (1977-1984).

Lo que facilita, finalmente, el esclarecimiento de la segunda cuestión: ¿la humanidad será en el futuro también como la que dibujó el gran Leonardo? Con la salvedad de que la respuesta es en verdad perturbadora, puesto que si nuestra especie ha sido hasta ahora el principal actor de su propio itinerario nada indica que vaya a dejar de serlo en adelante, más aún en un tiempo como el nuestro que tiene a su alcance una variedad de herramientas genéticas y tecnológicas superiores a todos los prodigios de Las mil y una noches.

De hecho, la omnipresencia de dispositivos electrónicos está modificando en silencio nuestra solvencia motriz y nuestra conectividad neuronal. Como la neurociencia enseña, el cerebro es un órgano de una insólita y permanente plasticidad; y es evidente que la impalpabilidad de muchos de los objetos de nuestras actividades fomenta un desuso del cuerpo así como la pérdida de trato con el exterior. Retraimiento que la pandemia y la expansión del trabajo no presencial ha acentuado, sin la menor duda.

La nuestra no es una naturaleza que pueda atravesar incólume los grandes vuelcos de su devenir

Ello para no hablar de las ambiciones transhumanistas no solo de insertar en nuestro organismo prótesis nanotecnológicas que potenciarán nuestro rendimiento muscular y cognitivo, sino incluso de traducir la totalidad de nuestro ser a una racionalidad lógico-matemática y ésta a secuencias de algoritmos, y estas por último a entidades que floten en una suerte de océano digital, libres al fin de la vulnerabilidad y la muerte que aquejan a todo ente biológico y material.

Un tiempo que no veremos despejará la dirección que finalmente tome nuestra humanidad. Pero es necesario admitir que la nuestra no es una naturaleza que pueda atravesar incólume los grandes vuelcos de su devenir. Lo que, a su vez, nos obliga a ser responsables de un destino que depende, ahora mismo e imperceptiblemente, de cada pequeña cosa que hacemos o preferimos. De modo que es éticamente apremiante reconocer qué es lo que ganamos y perdemos con la tecnologización masiva de la existencia y, con ello, dirimir qué es lo que podemos aceptar que quede atrás y qué es lo que anhelamos no dejar de ser, a fin de preservarlo por todos los medios al enfrentar las próximas vicisitudes.

La humanidad futura según la película animada Wall-E (Pixar, 2008).

En ese sentido, “El hombre de Vitruvio” de Da Vinci tiene la virtud de plantarnos ante la certeza de que, si bien aquel retrato obedece a la mano y la intención de un artífice, a fin de cuentas el cuerpo y la mente de éste han sido también trazados y corregidos por la vasta humanidad que le pudo preceder.

Sin saberlo, el polifacético artista florentino fue dibujado por otros al mismo tiempo que nos dibujaba a nosotros sobre un papel en el que, sobrecogedoramente, las líneas se mueven una y otra vez indetenibles.

Corriendo, además, el peligro de deshacerse para siempre.

 

Comentarios

  1. ¡Gran artículo, profesor! Me trajo a la memoria las placas que pusieron en las sondas espaciales Pioneer 10 y 11 (lanzadas en 1973), las cuales contienen la imagen de un varón y una mujer adultos —inspirados, por cierto, en el dibujo de Da Vinci—.

    Placa: https://ichef.bbci.co.uk/news/800/cpsprodpb/1482B/production/_113111048_diagrama-completo.jpg

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    1. A propósito, Mario, Ernst Gombrich escribe: "la NASA envió un vehículo enviado al espacio lejano con un mensaje gráfico 'para el improbable caso de que en algún punto de su trayectoria sea interceptado por seres inteligentes científicamente cultivados'. No es probable que la NASA pensara que su esfuerzo se debía tomar muy en serio, pero veamos qué pasa si lo intentamos. Ante todo, esos seres tendrían que estar equipados, entre sus órganos sensoriales, con 'receptores' que respondieran a la misma electromagnética que nuestros ojos. Ni siquiera en ese improbable caso podrían seguramente captar el mensaje. Hemos visto que la lectura de una imagen, como la recepción de cualquier otro mensaje, depende del conocimiento previo de las posibilidades; solo podemos reconocer lo que ya conocemos. (...) En cuanto a que 'el hombre la mano derecha en actitud de saludo (la hembra de la especie debe de ser menos sociable), ni siquiera un terrícola chino o indio podría interpretar correctamente este gesto basándose en su propio repertorio" (Gombrich esencial, Phaidon, 53-55). En ese sentido, el hombre de Vitruvio tiene también un contexto fuera del contexto podría esperarse demasiado de él. Es por ello que me refiero al uso que se ha dado de esta imagen, el alcance dudosamente universal de una figura que tiene unas claves muy particulares ciertamente, y que responde a un paradigma cultural que no es el nuestro ya en definitiva.

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