Ingeniería genética, deporte, educación y paternidad. Las reflexiones éticas de Michael J. Sandel

Créditos: ilustración SSTOCK.

 

Se reedita en castellano un ensayo de este filósofo norteamericano (Contra la perfección) en que aborda, con rigor y lucidez, el aún incierto campo de las consecuencias morales de los avances tecnológicos y genéticos de los últimos años. ¿Qué impacto tiene la “mejora” genética en la crianza de los niños y la competición deportiva? ¿Es lo mismo decidir los rasgos que tendrán los hijos que invertir en su educación? ¿Cómo altera el desigual acceso a estos medios la solidaridad humana? ¿Dónde están los límites en el uso de unos recursos totalmente inéditos en la historia? Aquí una selección de citas para abastecer un debate urgente e ineludible.

 

Fuente: Michael J. Sandel (2024) Contra la perfección. La ética en la era de la ingeniería genética. Madrid: Debate.

 

Medicina, cirugía estética e ingeniería genética

“Al igual que la cirugía estética, la optimización genética emplea medios médicos para fines no médicos, es decir, fines no relacionados con la cura o la prevención de enfermedades, la recuperación de lesiones o la restauración de la salud. Pero a diferencia de la cirugía estética, la optimización genética no es meramente estética. Va más allá de la piel. Incluso las mejoras somáticas, que no se transmitirán a nuestros hijos y nietos, plantean difíciles cuestiones morales. Para aquellos que mantienen su actitud ambivalente hacia la cirugía plástica y las inyecciones de bótox para las barbillas caídas o las frentes arrugadas, resulta aún más inquietante la idea de una ingeniería genética que permita cuerpos más fuertes, memorias más precisas, inteligencias más agudas y temperamentos más alegres. La cuestión es si tenemos motivos para estar inquietos, y en tal caso cuál sería su fundamento.”

(17-18)

Michael J. Sandel (n. 1953).

 

Deportistas genéticamente mejorados

“Todo el mundo saludaría una terapia génica para aliviar la distrofia muscular y para revertir la pérdida de masa muscular que acompaña a la vejez. Pero ¿qué ocurriría si la misma terapia fuera usada para producir atletas genéticamente alterados? Los investigadores han desarrollados un gen sintético que, inyectado en células musculares de ratones, produce un aumento de la masa muscular e impide su deterioro con la edad. Existen buenas perspectivas de éxito para las aplicaciones humanas. El doctor H. Lee Sweney, que dirige la investigación, espera que su descubrimiento pueda curar la inmovilidad propia de la vejez. Pero los musculosos ratones del doctor Sweeney ya han atraído la atención de algunos atletas en busca de una ventaja competitiva. El gen no solo ayuda a recuperar músculos lesionados, también refuerza músculos sanos. La terapia aún no ha sido aprobada para uso humano, pero no cuesta mucho imaginar un futuro con levantadores de peso, bateadores, apoyadores de fútbol americano y velocistas genéticamente mejorados. El uso generalizado de esteroides y otros fármacos para mejorar el rendimiento de los deportes profesionales sugiere que muchos atletas estarán dispuestos a introducir mejoras genéticas en su cuerpo. El Comité Olímpico Internacional ha dado ya muestras de preocupación, pues a diferencia de los fármacos, los genes alterados no pueden ser detectados a través de pruebas de sangre o de orina”.

(19-20)

 

Tecnologías y división de la especie humano en dos clases

“Algunos de los que se preocupan por la ética de la mejora cognitiva apuntan hacia el peligro de crear dos clases de seres humanos, aquellos con acceso a las tecnologías de perfeccionamiento y aquellos que deben conformarse con una memoria no alterada que se pierde con la edad. Y si las mejoras fueran transmisibles de generación a generación, las dos clases podrían convertirse finalmente en dos subespecies de seres humanos, los perfeccionados y los naturales. (…) Ocurre con la memoria lo mismo que con los músculos; la cuestión fundamental no es cómo asegurar la igualdad de acceso a la mejora, sino si deberíamos aspirar a ella.”

(24)

 

Machismo y aborto: preferencia por el sexo masculino en la prole

“En sociedades de fuertes preferencias culturales por los niños, la determinación del sexo por ultrasonidos seguida por el aborto de los fetos femeninos se ha convertido en una práctica habitual. En India, el número de niños por cada mil ha bajado de 962 a 927 en las dos últimas décadas. India ha prohibido el uso del diagnóstico prenatal para la selección del sexo, pero la ley raramente se aplica. Hay radiólogos itinerantes con máquinas portátiles de ultrasonidos que ofrecen sus servicios de pueblo en pueblo. Una clínica de Bombay informó que, de los ocho mil abortos que había practicado, todos menos uno fueron por motivos de selección de sexo.

(…) La tecnología de selección del sexo más actual plantea de forma específica esta cuestión, sin mezclarla con la cuestión del estatuto moral del embrión. El Genetics & IVF Institute, una clínica de fertilidad sin ánimo de lucro establecida en Fairfax, Virginia, ofrece una técnica de selección de esperma que permite a los clientes seleccionar el género de su hijo antes de concebirlo.”

(28 y 30)


 

Machismo y aborto: preferencia por el sexo masculino en la prole

Selección de sexo e ingeniería genética

“La selección de sexo es el instrumento de discriminación sexual, dirigido en general contra las mujeres, tal como ilustran las escalofriantes proporciones entre un sexo y otro en India y China. Y hay quien especula que unas sociedades con un número sustancialmente superior de hombres que de mujeres serán menos estables, más violentas, más propensas al crimen o a la guerra que otras sociedades con distribuciones normales. Son preocupaciones legítimas, pero la empresa seleccionadora de esperma ha encontrado una forma inteligente de responder a ellas. MicroSort solo ofrece sus servicios a parejas que quieren escoger el sexo de su hijo para buscar un equilibrio dentro de la familia. Aquellos que tienen más hijos que hijas pueden escoger una niña, y al revés. Pero los clientes no pueden usar la tecnología para acumular hijos del mismo sexo, o para escoger siquiera el género de su primer hijo. Hasta el momento, la mayoría de los clientes de MicroSort han escogido niñas.”

(31)

 

Ingeniería genética, pérdida del mérito individual y voluntad prometeica

“Un aspecto de nuestra humanidad que podría resultar amenazado por la ingeniería genética y el perfeccionamiento es nuestra capacidad para actuar libremente, en virtud de nuestros propios medios y esfuerzos, y para considerarnos a nosotros mismos responsables –merecedores de elogio o de condena– por nuestra forma de ser y de hacer las cosas. Una cosa es lograr setenta home runs como resultado de un entrenamiento y un esfuerzo disciplinados y otra muy distinta, claramente inferior, lograrlos con la ayuda de esteroides o de la optimización genética de los músculos. Naturalmente, la importancia relativa del esfuerzo y el perfeccionamiento será siempre una cuestión de grado. Pero a medida que aumenta la importancia del perfeccionamiento, se diluye nuestra admiración por el logro. O, mejor dicho, nuestra admiración pasa del jugador a su farmacéutico.

(El problema de la ingeniería genética no es que rebaje la importancia del esfuerzo y la capacidad de acción humana, sino que es) el reflejo de una ampliación desmesurada del campo de la acción humana, de una aspiración prometeica a rehacer la naturaleza, incluida la naturaleza humana, para servir a nuestros propósitos y satisfacer nuestros deseos. El problema no es la pendiente hacia el mecanicismo, sino la ambición de dominio.

(33-34)

M. Sandel en una de sus conferencias.

 

Paternidad y apertura al don recibido: contra la elección de los rasgos de los hijos

“Tratar a los hijos como dones es aceptarlos tal como son, no como objetos de nuestro diseño, productos de nuestra voluntad o instrumentos de nuestra ambición. El amor de los padres no está en función de los talentos y los atributos que resulte tener su hijo. Escogemos a nuestros amigos y a nuestra pareja al menos en parte en razón de las cualidades que encontramos atractivas en ellos. Pero no escogemos a nuestros hijos. Sus cualidades son impredecibles, y ni siquiera los padres más concienzudos pueden considerarse plenamente responsables de cómo sea su hijo. Por la paternidad nos enseña, más que ninguna otra relación humana, lo que el teólogo William F. May llama la «la apertura a lo recibido».

(…) La objeción más profunda contra el perfeccionamiento no tiene tanto que ver con la perfección buscada como con la disposición humana que este impulso expresa y promueve. El problema no es que los padres usurpen la autonomía del hijo que diseñan (este tampoco podría escoger sus rasgos genéticos por sí mismo). El problema reside en la hybris de los padres, en su ambición de controlar el misterio del nacimiento. No es que eso convierta inmediatamente a los padres en tiranos para sus hijos, sino que desfigura la relación entre ambos, y priva a los padres de la humildad y la empatía humana que promueve la apertura a lo recibido. (…)

La medicina está gobernada, o al menos guiada, por la norma de restaurar y preservar las funciones humanas naturales constitutivas de la salud.

(51-52)

 

Eugenesia e hiperpaternidad

“Los defensores del perfeccionamiento argumentan que no existe ninguna diferencia, en principio, entre perfeccionar a un hijo a través de la educación y hacerlo mediante la bioingeniería. Los críticos del perfeccionamiento insisten en que hay toda la diferencia del mundo. Su argumento es que tratar de mejorar a los hijos manipulando su constitución genética recuerda a la eugenesia (…) A qué se parece más el intento de los padres de perfeccionar a sus hijos mediante la ingeniería genética, ¿a la educación y la formación (algo en principio bueno) o a la eugenesia (algo en principio malo)?

(…) Perfeccionar a los hijos mediante la ingeniería genética se parece a algunas prácticas que se han vuelto comunes hoy en la educación de los hijos y que imponen sobre ellos un alto grado de control y presión. Pero este parecido no cuenta precisamente a favor del perfeccionamiento genético. Al contrario, subraya un problema dentro de la tendencia a la hiperpaternidad. Los ejemplos más notables son los padres locos del deporte, empeñados en convertir a sus hijos en campeones. Algunas veces lo consiguen, como en el caso de Richard Williams, que según parece planeó la carrera deportiva de sus hijas Venus y Serena Williams antes de que nacieran. (…) «Hay que aceptarlo, ningún niño se dedica de este modo al deporte –dijo Richard Williams al New York Times–. Esto es algo que hacen los padres, y en esto tengo toda la culpa. Si no lo planifican, créanme, no va a suceder.»

(…) Las directivas universitarias también se quejan del creciente problema que supone la voluntad de los padres de controlar la vida de sus hijos, llaman una y otra vez a su oficina de admisiones, ayudan a sus hijos con las redacciones de clase y se quedan a pasar la noche en los dormitorios universitarios. (…) «Su presunto derecho como consumidores, sumado a una incapacidad de ceder el control, hace que algunos padres quieran controlar todos los aspectos de la vida universitaria de sus hijos, desde el proceso de admisión hasta la elección de carrera. Aunque siguen siendo una excepción, esta clase de padres son una realidad cada vez más presente en la vida de los profesores, los decanos y los rectores».

(56, 57 y 58-59)


 

Eugenesia y coincidencias nazismo-exitismo norteamericano

“Theodore Rosevelt le escribió a Davenport: «Algún día nos daremos cuenta de que el primer deber, el deber más importante del ciudadano responsable y de buena clase, es dejar tras de sí su sangre en el mundo, y de que no deberíamos permitir la perpetuación de los ciudadanos de mala clase». Margaret Sanger, pionera del feminismo y defensora del control de natalidad, también abrazó la eugenesia. «Más hijos de los aptos, menos de los no aptos; ese es el principal objetivo del control de natalidad».

(…) La Sociedad Estadounidense de Eugenesia organizaba concursos de «La familia más apta» en las ferias estatales de todo el país, junto a los concursos de ganado. Los concursantes remitían sus historias eugenésicas y se sometían a pruebas médicas, psicológicas y de inteligencia; las familias más aptas recibían un trofeo. En la década de 1920, se ofrecían cursos de eugenesia en trescientas cincuenta universidades y facultades del país, en los que se advertía a los jóvenes estadounidenses más privilegiados de su deber reproductivo.

(…) En 1907 Indiana adoptó la primera ley que permitía la esterilización forzosa de los enfermos mentales, los prisioneros y los pobres. Al final fueron veintinueve los estados que adoptaron leyes de esterilización forzosa, y más de sesenta mil estadounidenses genéticamente «deficientes» fueron esterilizados.”

(68-69)

 

Eugenesia y coincidencias nazismo-exitismo norteamericano

“Cuando llegó al poder en 1933, Hitler promulgó una ambiciosa ley de esterilización eugenésica que mereció los elogios de los eugenistas estadounidenses. Eugenical News, una revista de Cold Spring Harbor, publicó una traducción literal de la ley y señaló orgullosamente sus similitudes con el modelo de ley de esterilización propuesto por el movimiento eugenista estadounidense. En California, donde la eugenesia contaba con muchos partidarios, la revista Los Angeles Times exaltó en un reportaje de 1935 las virtudes de la eugenesia nazi. El pomposo titular era: «Por qué dice Hitler: “¡Esterilicen a los no aptos!”» «Aquí tenemos, tal vez, un aspecto de la nueva Alemania que Estados Unidos, junto con el resto del mundo, difícilmente pude permitirse criticar».

Al final, Hitler llevó la eugenesia más allá de la esterilización, hasta el asesinato de masas y el genocidio. Terminada la Segunda Guerra Mundial, las noticias acerca de las atrocidades nazis contribuyeron a la retirada del movimiento eugenista estadounidense.”

(70-71)


 

Libertad y misterio del nacimiento (el don de lo recibido)

Ingeniería genética, eugenesia y pérdida del amor incondicional a los hijos

Habermas: “«experimentamos nuestra propia libertad en referencia a algo que, por su propia naturaleza, no está a nuestra disposición». Para pensarnos como seres libres, debemos atribuir nuestro origen a «un comienzo que escape a toda disposición humana», un comienzo que emerge de «algo –por ejemplo, Dios o la naturaleza– que tampoco está a disposición de otra persona». Habermas sugiere incluso que el nacimiento, «al ser un hecho natural, cumple con el requisito conceptual de constituir un comienzo que no podemos controlar. La filosofía raramente ha abordado esta cuestión». Según Habermas, una excepción a esto último sería la obra de Hannah Arendt, quien ve en la «natalidad» –en el hecho de que los seres humanos no son obra de nadie al nacer– la condición de su capacidad para iniciar acciones.

(…) La idea de que nuestra libertad va ligada a «un comienzo que no podemos controlar» tiene consecuencias más amplias; con independencia del efecto que tenga sobre la autonomía de los hijos, el impulso de eliminar la contingencia y dominar el misterio del nacimiento empequeñece a los padres que lo aplican y corrompe la crianza como práctica social gobernada por normas de amor incondicional.

Todo nos lleva de nuevo a la noción de don. Por más que no suponga ningún daño para el hijo, ni ningún obstáculo para su autonomía, la crianza eugenésica es rechazable porque manifiesta y promueve cierta actitud hacia el mundo; una actitud de control y dominio que no reconoce el carácter de don de las capacidades y los logros humanos, y que olvida que la libertad consiste en cierto sentido en una negación permanente con lo recibido.”

(83-84)


 

La posibilidad de la mejora tecnológica o genética aumenta la responsabilidad y culpabilidad como individuos y como padres

“Si la bioingeniería lograra hacer realidad el mito del «hombre que se ha hecho a sí mismo», difícilmente veríamos nuestros talentos como dones por los que estamos en deuda, sino más bien como logros de los que somos responsables. (…) A veces se piensa que la optimización genética mina la responsabilidad humana al suprimir el esfuerzo. Pero el auténtico problema es la multiplicación de la responsabilidad, no su erosión. Al tiempo que se pierde la humildad, la responsabilidad alcanza proporciones intimidantes. Cada vez hay menos que atribuir al azar y más a la elección. Los padres se convierten en responsables de elegir, o de no elegir, los rasgos idóneos para sus hijos. Los atletas se convierten en responsables de adquirir, o de no adquirir, los talentos que contribuirán a la victoria de su equipo.

Una de las ventajas de vernos como criaturas de la naturaleza, de Dios o de la fortuna, es que no somos plenamente responsables de cómo somos. Cuanto más dueños nos hacemos de nuestra dotación genética, mayor es la carga de responsabilidad que asumimos por nuestros talentos y nuestros logros. Hoy, cuando un jugador de baloncesto falla un rebote, su entrenado puede echarle la culpa por no mantener la posición. Mañana, el entrenador podría echarle la culpa por ser demasiado bajo.”

(…) La multiplicación de la responsabilidad, y las cargas morales que eso conlleva, también puede reconocerse en las cambiantes normas que acompañan al uso de test genético prenatal. Antes, dar a luz a un hijo con síndrome de Down era visto como una cuestión de azar; hoy, muchos padres de niños con síndrome de Down u otras discapacidades genéticas se sienten juzgados o cuestionados. Un ámbito antes gobernado por la fortuna es ahora uno de elección.”

(86-87 y 88)

 

La disponibilidad de mejora tecnológica o genética nos vuelve insolidarios

“La multiplicación de la responsabilidad por nuestro propio destino, y también por el de nuestros hijos, podría reducir nuestro sentido de la solidaridad hacia los desafortunados. Cuanto más conscientes somos del carácter azaroso de nuestro destino, más razones tenemos para compartirlo con otros. Consideremos el caso de los seguros. En la medida en que las personas no saben si padecerán enfermedades graves, ni cuándo, están dispuestas a compartir el riesgo comprando seguros de salud y de vida. A la larga, los sanos terminan financiando a los enfermos, y los que viven hasta una edad avanzada terminan financiando a las familias de los que mueren antes. El resultado es una mutualidad por inadvertencia. Las personas ponen en común sus riesgos y sus recursos, y comparten el destino de los demás, incluso en ausencia de un sentimiento de obligación mutua.”

(88-89)

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