Walt Whitman: la poesía “evóntica” de un viejo desvergonzado y feliz (comentario y citas) / Víctor H. Palacios Cruz



Dicen filósofos, lingüistas y psicólogos que poner un nombre a lo que vemos o vivimos es llegar a poseerlo, o cuando menos a clarificarlo y ponerlo bajo algún grado de control. Y como los humanos somos finitos, la realidad vuelve a reír allí, siempre fuera de todos nuestros diccionarios. Sea como sea, lo hermoso es el instante en que surge una palabra para lo nuevo, sea artefacto, sentimiento o situación. Por ejemplo, llamar “teléfono” al invento de Graham Bell, o “meme” a una composición digital replicada y divertida; o, como entre los peruanos, descubrir la existencia de lo “huachafo” para lo cual ni “cursi” ni “hortera”, en el castellano español, son términos equivalentes. O, como entre los noruegos según cuenta Mariano Sigman, llamar “utepil” al acto de “tomar cerveza al aire libre”, tan especial en un país mayormente oscuro a lo largo del año.

Así también, releer Hojas de hierba de Walt Whitman (1819-1892) ha supuesto comprobar que no tenía un modo de denominar con un solo trazo la insólita singularidad de su poesía, que me resultaba oceánica sin ser abrumadora, cósmica sin ser inhumana, religiosa sin dejar de ser profana, individual y comunitaria por igual, tan celeste como dichosamente pedestre.

Entonces se me ocurrió llamarla “evóntica” reuniendo dos raíces griegas: el prefijo eu (“muy bueno”) de “euforia” o “Evangelio” (eu-angelus), y el lexema ontos (“ser”). Porque los versos del poeta norteamericano son justamente una celebración irrestricta e incondicional de todo lo que es, sin jerarquías ni marginaciones, en que todo lo que existe es bueno por sí mismo y en cada ser se aprietan todos los seres, y el propio ser no muere sino que prosigue en el resto de los seres. En que, por tanto, se confunde lo divino con lo humano (sin caer en el panteísmo de Spinoza, más bien racionalista y estratificado), lo material con lo espiritual, lo intelectual con lo orgánico, en un gesto no de sacralización sino de dignificación de todas las cosas grandes y pequeñas. Que, por último, evita la fiebre individual del romanticismo y que, festejando lo más humilde y hermanándose con el dolor lejano, no incurre tampoco en la decepción urbana ni en los tormentos del yo de un Henry Miller.

Tres amigos (un arqueólogo, un filólogo y un filósofo) me dan el visto bueno y escribo más despreocupado “poesía evóntica” y ahora, más bien, me pregunto cómo cambiarían todas las cosas puestas bajo la luz de Whitman en que todo lo que es es bello, solidario e igual. Cómo, por ejemplo, la defensa del medio ambiente devendría más razonable, urgente y diáfana, o cómo la ansiedad del éxito personal que envenena a nuestros muchachos, por el contrario, se derretiría, ridícula y monstruosa.

Como el personaje de un cuento de Thomas Mann ("El pequeño señor Friedemann") que se reconcilia con lo terrible contemplando la marcha de un río tumultuoso, o como los personajes de las películas de Takeshi Kitano que acuden al mar para obtener la claridad de una amplitud armoniosa e incesante, acercarse a las páginas de Walt Whitman es parecidamente experimentar una irresistible tranquilidad risueña y misteriosa.

Termino copiando lo escrito a uno de mis contertulios a la distancia esta mañana:

“Sospecho que el viejo Walt dejará asomar su hirsuta barba para decirnos, mientras se rasca la panza: «¿ven, hermanos míos, lejanos, ingenuos y hermosos, que sigo hablando por sus bocas y sus manos? ¿Ven que ustedes dos allá donde están, donde yo también estoy, ya existían conmigo cuando yo escribía y los tres incluso existíamos antes de mí? ¿Ven que sigo vivo, que no he muerto y sigo escribiendo escondido entre sus nobles sílabas, y apretujado entre los silicios de sus aparatos?»”


 

CO-PERTENENCIA

Mirando las cosas nos confundimos con ellos, las devolvemos a nuestro ser

“Érase un niño que se lanzaba a la aventura todos los días, / Y en el primer objeto que miraba y aceptaba con asombro, piedad, amor o temor, en ese objeto se convertía, / Y ese objeto se hacía parte de él durante el día o una parte del día… o durante muchos años o largos ciclos de años”.

(p. 47)

 

Mi ser no se recorta con mi silueta: soy lo que me ha creado y soy todas las criaturas.

“Yo sé que la mano de Dios es la hermana mayor de la mía, / Y yo sé que el espíritu de Dios es mi hermano mayor / Y que todos los hombres que han nacido son también mis hermanos…y las mujeres mis hermanas y amantes, / Y que la sobrequilla de la creación es el amor”.

(p. 65)

 

Mi ser finito requirió de lo infinito para ser. Estoy hecho de todos los seres y de todos los tiempos del universo.

“Y sé que soy robusto y sano, / Hacia mí fluyen perpetuamente los objetos convergentes del universo, / Todos han sido escritos para mí y debo descifrar lo que su escritura significa.”

(p. 101)

 

Mi ser ha sido hecho por todos los seres. Mi finitud es el asomo de una infinitud concurrente y sincronizada

“Soy la cima de las cosas logradas y cierros las cosas por cumplir. // (…) Se me ha tenido mucho tiempo abrazado con ternura… mucho, mucho tiempo. / Inmensa ha sido la preparación de mi ser, / Fieles y cariñosos los brazos que me han ayudado. // Ciclos transportaron mi cuna, remando y remando, como alegres barqueros, / Para darme espacio las estrellas se mantuvieron apartadas en sus órbitas, / Y enviaron su influencia, para cuidar lo que habría de contenerme, // Antes de que yo naciera de mi madre me guiaron generaciones enteras, / Mi embrión nunca estuvo adormecido… nada pudo asfixiarlo; / (…) varias vegetaciones le dieron sustento, / Saurios monstruosos lo transportaron en sus bocas y lo depositaron delicadamente. / Todas las fuerzas han sido empleadas sin parar para completarme y deleitarme, / Y ahora estoy en este lugar con mi alma.”

(p. 187 y 189)


 

 

IGUALDAD DE TODOS LOS TIEMPOS

No hay jerarquía de tiempos, todos los presentes son supremos. Cada instante está lleno.

“Yo no hablo ni del principio ni del fin. // Nunca ha habido más comienzo que el que hay ahora, / Ni más juventud ni vejez que la que hay ahora; / Y nunca habrá más perfección que la que hay ahora, / Ni más cielo ni infierno que el que hay ahora”.

(p. 59)

 

 

IGUALDAD MAGNÍFICA DE TODOS LOS SERES

Mi finitud, por contener lo infinito, es digna, sagrada y plena.

“Un mundo lo sabe, que es el más grande para mí, y ese mundo soy yo”.

(p. 101)

 

Máquinas, ideas y estrellas son espléndidas, pero tanto como lo son los sentidos con las miro.

“Las fotografías bien tomadas… pero, ¿y tu mujer o tu amigo fuertemente apretados en tus brazos? / (…) El cielo allá arriba… pero ¿y aquí, en la casa de al lado o al otro lado de la calle? / Los santos y sabios de la historia… pero ¿y tú mismo? / Los sermones, doctrinas y la teología… pero, ¿y el cerebro humano y lo que llamamos razón, lo que llamamos amor, lo que llamamos vida? // No desprecio a vuestros sacerdotes; / Mi fe es la más grande de las fes y la más insignificante, / Abarca todos los cultos antiguos y modernos y los que hay entre ellos, / Creo que volveré a la tierra de nuevo dentro de cinco mil años”.

(p. 179)

 

Igualdad “democrática” de todos los seres. Nadie es superior, excepto el todo del que somos parte

“Soy el poeta del cuerpo / Y soy el poeta del alma. // Los goces del cielo están conmigo y los tormentos del infierno están conmigo. / (…) Soy el poeta de la mujer tanto como del hombre, / Y digo que es tan grande ser mujer como ser hombre, / Y digo que nada es tan grande como la madre de los hombres.”

(p. 103)

 

“No aceptaré nada que no sea ofrecido a los demás en iguales términos.”

(p. 113)

 

No se comparen ni comparen sus “éxitos”. Cada cual tiene su grandeza

“Los nacimientos nos han traído riqueza y variedad, / Y otros nacimientos nos traerán riqueza y variedad. // No digo que uno es más grande y el otro más pequeño, / Aquel que llena su tiempo y lugar es igual a cualquiera.”

(p. 185)

 

El ser es igualmente bueno en cualquiera de sus presencias y manifestaciones

“Contento con la gente del país y con los extranjeros… contento con los nuevo y con lo viejo, / Contento con las mujeres, con la fea tanto como con la hermosa, / Contento con la cuáquera que se quita el sombrero y habla con voz melodiosa, / Contento con las melodías primitivas del coro de la iglesia blanqueada.”

(p. 141 y 143)


 

 

EL SER BRILLA EN TODOS Y EN TODAS SUS FORMAS

La belleza del ser no admite excepciones. Hay brillo en nuestros pensamientos tanto como en nuestros fluidos

“No me tapo la boca con la mano, / Me conservo tan puro en las entrañas como en la cabeza y el corazón, / La cópula no tiene para mí más rango que la muerte. / Creo en la carne y en los apetitos, / Ver, oír y sentir son milagros y cada parte y apéndice de mí es un milagro. // Divino soy por dentro y fuera, y santifico todo lo que toco o me toca; / El aroma de mis axilas es más fino que la plegaria, / Esta cabeza vale más que la iglesia, la biblia o los credos. // Si venero algo en particular será alguna extensión de mi cuerpo.”

(p. 113 y 115)

 

El átomo es tan magnífico como la galaxia. Antes de admirar nuestros artificios, debemos admirar la parte más humilde de nuestros cuerpos

“Creo que una hoja de hierba no es menos que el trabajo realizado por las estrellas, / (…) Y que la articulación menor de mi mano pude humillar a todas las máquinas, / Y que la vaca paciendo con la cabeza baja supera a cualquier estatua. / (…) Siento que en mi ser se dan forma el gneis, el carbón, el musgo de largos filamentos, las frutas, los granos y las raíces comestibles, / Y que estoy estucado de cuadrúpedos y de pájaros, / Y que he superado las formas inferiores por buenas razones, / Y que puedo hacerlas volver de nuevo cuando se me antoje”.

(p. 129 y 131)

 

Mi ser y cualquiera de sus partes y estados es ya plenitud. No hay que salir para encontrarnos con lo superior y venerable

“He dicho que el alma no es más que el cuerpo, / Y he dicho que el cuerpo no es más que el alma, / Y que nada, ni Dios, es más grande para uno que uno mismo, / Y quien camina el octavo de una milla sin amor camina a su propio funeral, envuelto en su mortaja, / Y que tú o yo, sin un centavo en el bolsillo, podemos comprar lo mejor de la tierra, / (…) Y que no hay oficio ni profesión en los que el joven que los ejerce no pueda convertirse en un héroe, / Y que no hay cosa tan frágil que no pueda servir de eje para las ruedas del universo, / Y que cualquier hombre o mujer permanecerá sereno y arrogante ante millones de universos. // Y digo a la humanidad: no seas curiosa respecto a Dios. / Porque yo que soy curioso en lo que concierne a cada uno no soy curioso en lo que concierne a Dios, / No hay palabras para expresar hasta qué punto estoy en paz con Dios y con la muerte. // Escucho y veo a Dios en cada objeto, y, sin embargo, no entiendo a Dios en lo más mínimo, / No entiendo que pueda existir alguien más admirable que yo mismo.”

(p. 199 y 201)


 

 

SER SOLIDARIO Y PLURAL

Soy también el sufrimiento del otro.

“Yo soy el hombre… yo sufrí… estaba allí. / La indiferencia y la serenidad de los mártires, / La madre condenada por bruja y quemada con leña seca mientras sus hijos miran; / (…) Siento o soy todas estas cosas. // Soy el esclavo perseguido… retrocedo ante los mordiscos de los perros, / Se ciernen sobre mí el infierno y la desesperación… disparan una y otra vez los tiradores, / (…) // Las agonías son una de mis mudas de ropa; / No pregunto al herido cómo se siente… yo mismo me convierto en el herido”.

(p. 149)

 

Estoy hecho de todas las voces

“¿Me contradigo? / Muy bien, pues… me contradigo; / Soy grande… contengo multitudes.”

(p. 205)

 

 

EN CADA SER HABLA TODO EL SER

La naturaleza habla por mí y nada se le puede resistir

“No admito que me rechacen… yo obligo… me sobran las riquezas, / Y todo lo que tengo lo doy. // No pregunto quién eres… eso no me importa, / No puedes hacer ni ser nada excepto lo que yo quiera. // Me inclino ante el esclavo de los algodonales o ante el que limpia las cloacas… le beso familiarmente la mejilla derecha, / Y juro por mi alma que nunca lo negaré. // En las mujeres aptas para concebir engendro niños más robustos y fuertes, / En ese día arrojo la semilla de repúblicas mucho más arrogantes. // Donde alguien muere… allí corro y hago girar el pomo de la puerta, / (…) Cojo al hombre que se hunde… y lo levanto con voluntad irresistible.”

(p. 169)


 

 

DESDRAMATIZACIÓN DE LA MUERTE

El individuo que soy es real y diferente, pero a la vez participa de todo. No existe la muerte, sino que mi ser al morir sigue siendo en otros seres

“Muero con los peces que mueren y nazco con el recién nacido que acaban de lavar… pues ni mi sombrero ni mis zapatos me contienen, / Y escudriño objetos diversos, no hay dos iguales, y todos son buenos, / La tierra es buenas, las estrellas son buenas y sus adjuntos son todos buenos, // Yo no soy ni tierra ni adjunto de una tierra / Soy el consorte y compañero de la gente, todos tan inmortales e insondables como yo; / Ellos no saben lo inmortales que son, pero yo sí.”

(p. 69)

 

“Sé que no me desvaneceré como la espiral que en la noche traza un niño con un palo

encendido”. (p. 101)

 

Mi individualidad es igual de plena que las demás. Mi muerte no es un drama

“Me entrego al barro para renacer de la hierba que amo, / Si quieres verme de nuevo, búscame bajo la suela de tus zapatos. // Apenas comprenderás quién soy y lo que significo, / Pero seré para ti buena salud, sin embargo, / Y filtro y fibra para tu sangre. // Si no consigues encontrarme al principio, no te desalientes, / Si no me encuentras en un lugar, busca en otro, / Estoy en alguna parte esperándote”

(p. 207)

Fuente: Walt Whitman (1997) Hojas de hierba. Antología bilingüe. Madrid: Alianza.


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