Breve carta a mí mismo y a todos los que padecemos estas lluvias y otros desastres / Víctor H. Palacios Cruz



Queridos vecinos y compatriotas:

LO SIENTO, COMPRENDO EL DOLOR Y LA IRA, PERO NO ESTOY DE ACUERDO CON ALGO. Por supuesto que nuestros presidentes, ministros, congresistas, alcaldes y demás autoridades nos han fallado, mentido, olvidado y también robado el dinero y la ilusión. Innegable. 

Pero adónde pertenecían todos ellos antes de asumir sus cargos si no a la sociedad que todos conformamos. Y de dónde provendrán los próximos que ocupen el poder, si no de la sociedad en la que todos estamos, la que todos somos. Todos ellos dieron y darán un paso que todos los demás nos hemos abstenido y nos abstendremos de dar. No. ESTA NO ES UNA HISTORIA DE BUENOS Y MALOS, DE UNOS POLÍTICOS VILLANOS Y UN POBLACIÓN TOTALMENTE VÍCTIMA Y TOTALMENTE INOCENTE. Al menos, este relato no cuenta la totalidad de las cosas. 

En cada puesto de responsabilidad pública debió estar el mejor de entre nosotros. ¿Adónde fueron nuestros mejores talentos y nuestras mejores virtudes? Todas las veces que salimos de una dictadura, desdichadamente decidimos seguir viviendo dentro de ella y nuestra democracia nunca lo fue realmente, porque faltó lo que la definía esencialmente: la participación directa o indirecta de toda la ciudadanía en el gobierno local y nacional. Todos huimos hacia nuestros intereses particulares y el bien común siguió siendo asunto de otros. 

Por décadas familias, escuelas y universidades fueron preparando la catástrofe mezcla de ineptitud y rapiña que ahora volvemos a padecer, al empeñarse en criar generaciones que buscaran únicamente su éxito profesional y su felicidad individual. Educamos a millares para que se desentendieran de su barrio, su ciudad y su país. "¿Dónde están las autoridades?", gritan vecinos y redes sociales. Sinceramente abrazo y me desgarra esa queja. Pero no puedo negar que es una queja tardía. Que nosotros mismos elegimos no tener autoridades, que nosotros ahuyentamos de esos puestos a todos los más dignos de nuestra sociedad, que nosotros mismos le dijimos "no" a la patria. 

No nos mintamos más, y en adelante, mañana, ahora mismo, empecemos a cambiar. No el país ni el mundo, que es demasiado. Sino a cambiar lo que queremos inculcar en nuestros niños, hijos y jóvenes, que equivale a decir lo que ellos en primer lugar ven en nosotros. Empecemos por que respeten al prójimo, saluden al diferente, coloquen donde corresponda su basura y bajen el volumen de la música que atormenta sin derecho alguno al de al lado. Que se enamoren de la calle y de la comunidad a la que se deben al ritmo de las más diversas actividades compartidas (y sobran los motivos para ellas), y que sueñen con tomar sus riendas e involucrarse. 

Que siquiera una parte de ellos se interese por la gestión pública y la actividad política libre, legítima y honesta. Que no crea nadie que es soberbia figurar y aparecer con la intención de servir a todos y dirigir hacia su desarrollo integral todos los recursos que en realidad les pertenecen por completo

Una cosa más: el amor no se enseña (Séneca), el amor se contagia. El amor se encarna. Solo cuando nuestros gestos y actos cotidianos, y no solo nuestros símbolos y celebraciones, sean de amor a los demás y al Perú, entonces tendremos esperanza fundada de que las autoridades llegarán a tiempo, antes de cualquier desastre.

Si nosotros mismos no somos ese amor que pedimos a los demás, nuestra protesta, nuestras pérdidas y nuestras lágrimas, se las llevará la corriente, y todo ello irá volviendo más ancho y más profundo el océano incesante de la indiferencia, de la cobardía y de la pasividad.

Con un fuerte abrazo de aliento y esperanza pese a todo.

Comentarios

  1. Buenas noches, profesor, pasó mucho tiempo desde la última vez que respondí u opiné acerca de un blog suyo (desde el tercer ciclo para ser exacto). Con respecto a lo que menciona, siempre es grato compartir ideas, especialmente cuando el pueblo peruano se caracteriza por juzgar y atentar contra personas o autoridades que ellos mismos eligen y ayudan a crear. Solo se limitan a limpiarse las manos y denigran todo lo que una vez contribuyeron a construir.

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    1. Efectivamente, estimado, y qué alegría reencontrarte aquí. Lo que necesitamos es una bien entendida repolitización de la sociedad. No en el sentido de una partidarización o ideologización de cualquier rumbo o tendencia, sino una comprensión de que la política es una ocupación necesaria e ineludible, y que es política el ejercicio cotidiano de la ciudadanía y, por supuesto, el ejercicio de cualquier cargo público por mérito o elecciones legítimas. Es decir, reconectar a la población con la responsabilidad que le corresponde en la conducción de todo lo que comparte como tal.

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