Regalo de Navidad / Víctor H. Palacios Cruz



Tanto en la tradición religiosa cuanto en sus representaciones populares es a Jesús a quien visitan unos Reyes de Oriente y unos pastores del campo. Pero esta recreación de un tema adoptado por todos los tiempos y culturas tiene, en esta obra del artesano colombiano Eduardo Benavidez, la libertad de una mirada que, sin dejar de ser devota, abandona la fórmula escenográfica para acercarse a un realismo familiar en que nos reconocemos todos los que somos mamás o papás. 

Añadiría lo que he aprendido en este itinerario de desvelos: que el padre no ayuda a la madre en el cuidado del hijo, sino que sencillamente cumple su propia parte. La crianza de un bebé es responsabilidad a la vez idéntica y diversa de los dos, más allá de la singularidad obviamente irreemplazable del cuerpo materno con el que la naturaleza masculina simplemente no puede competir, como sabe todo quien recuerde que ha sido y que sigue siendo hijo. 

Comparto un texto muy personal escrito hace casi un año, antes del nacimiento de mi segundo bebé, Patricio, que se suma a mis brazos, trajinándolos y renovándolos a la vez, volviéndome tan de repente importante para dos vidas pequeñas en las que otras vidas vendrán luego a descansar, a dormirse, a despertar y a vivir. Una importancia inmensamente más grande que la que yo soñé tener alguna vez, escribiendo por ejemplo.


Benjamín tiene un año y ocho meses y, entre las sorpresas con que su crecimiento nos divierte y enternece, no deja de tener de tanto en tanto los berrinches propios de su edad, enfados y llantos que me recuerdan no solo que es tan pequeño y nos necesita a cada paso para entender, para esperar, para tolerar, sino también todo lo que nuestra especie ha adquirido a lo largo de milenios para lograr reconciliarse con los furores e impaciencias de su imperfección, y no llegar a ser una horda de individuos capaces de llevar a las peores consecuencias los desajustes de su magnífica animalidad.

Cada vez me convenzo de que no es tanto una disciplina innata o un miedo inducido, sino esa extraordinaria fuerza educadora que hay en toda convivencia amorosa y en cualquier clase de fe en la existencia lo que apaga a tiempo nuestras explosiones, lo que lima las puntas de un temperamento encerrado en una finitud opresiva rodeada por una realidad que la abarca e inquieta y no le pertenece en absoluto.

Pero hay pausas en que, de repente, el semblante de mi bebé se serena e ilumina con una sonrisa tan indescifrablemente suya. Por ejemplo, cuando escucha una música suave y melodiosa (The Moody Blues, Wynton Marsalis, Joaquín Rodrigo) y en ese instante el sonido de un rondín, una trompeta o unos arpegios de guitarra española es la gota de lluvia que basta para alargar una ramita nueva en el tronco de su alma.

Pero también cuando lo paseo para que se duerma por la noche, damos vueltas por nuestro departamento y, de pronto, una tenue luz exterior que se cuela por la ventana alumbra su carita y descubro que en sus ojos, firmemente plantados en los míos, se ha posado algo el ave de una reflexión adulta.

Entonces, Benjamín es el hombre sabio que me dice: “no te canses, papá, no dejes de abrazarme. Un día partiré, lo sabes, y aunque vuelva a verte y a tocarte, sabes que no volveré más. No te canses, papá, abrázame fuerte. Me vas a extrañar y yo no podré curarte las penas, porque una mañana lejos de aquí, aunque te recuerde, yo tendré en brazos a otro niño que me obligará a mirar hacia adelante y a caminar para siempre de espaldas al pasado. Me duermo, papá, abrázame un poco más y dame otra vueltita”.


Comentarios

  1. Te amo infinitamente, Chinito. ¡Estoy tan orgullosa del papá que eres!

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. te debo tanto en el aliento de mis fuerzas y en la cura de mis dificultades y batallas. Sin duda, somos un equipo!!!

      Borrar
  2. Hay tanto en los niños. Un gran abrazo profesor.

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

La amistad según Michel de Montaigne (1533-1592) / Por: Víctor H. Palacios Cruz

Una pequeña historia de Navidad (de Eduardo Galeano)

¿Cuánto nos representa a todos “El hombre de Vitruvio”? Discusiones y reflexiones en torno al célebre dibujo de Da Vinci / Por: Víctor H. Palacios Cruz

¿Por qué lloramos cuando vemos las fotos de nuestros hijos más pequeños? / Víctor H. Palacios Cruz

Carta de despedida a mis alumnos / Por: Víctor H. Palacios Cruz

La Máquina de Ser Otro: las relaciones humanas y las fronteras del yo. Por Víctor H. Palacios Cruz