César Hildebrandt: retratos de protagonistas de la historia reciente del Perú

 


Su trayectoria periodística es larga y novelesca; su opinión, una referencia insoslayable. Su inteligencia y su cultura es de lo más noble que le ha pasado a nuestra generalmente mediocre pantalla. Hay una vanidad en su personaje público y un verbo a menudo culterano en su escritura. No obstante, su actuación como entrevistador ha sido lo más riguroso y perspicaz que la prensa nos ha dado, incluso interrogando a personalidades del arte y la literatura. Ocurre que su palabra como entrevistado es igual de atrapante y es, sobre todo, el registro de una memoria esclarecedora que proporciona perspectiva y criterios a quienes seguimos el devenir tercamente tumultuoso de la realidad nacional. Aquí algunos de los retratos que su trabajo periodístico le ha permitido esbozar, contados a Rebeca Diz Rey en Confesiones de un inquisidor, el libro merecidamente más exitoso de estos días en el Perú.

 

 

Velasco Alvarado triste y arruinado

“Un fracaso viviente, un hombre dolido, amargado, maltratado, malquerido, como tantos otros en el Perú. Solo, muy solo. Rumiando lo que pudo ser, examinando su historia desde la perspectiva de sus buenas intenciones, que no dudo que las tuvo, y confrontándolas con los fracasos sucesivos que experimentó su gobierno.

Él me decía, entre otras cosas, cuánto hizo para que la agricultura funcionara, la agricultura colectivizada, cooperativizada o convertida en las SAIS, Sociedades Agrícolas de Interés Social, cuánto hizo por alentarla con préstamos, con ingenieros, con nuevas semillas y técnicas de las Revolución Verde y cuánto sintió la resistencia de esa misma gente a aceptar esta generosidad, este aliento social del gobierno. Y cómo no pudo entender nunca esa resistencia. «Yo quería meterles el dinero en la boca –me dijo– y eran indiferentes». El pueblo le falló. Y la derecha hizo todo lo posible para que el pueblo le fallara, desde luego, desde el primer momento. (…)

Velasco se equivocó en muchas cosas, su autoritarismo iletrado lo llevó a muchos callejones sin salida, entre otras cosas, a la división de las Fuerzas Armadas, que estuvo a punto de convertirse en algo muy grave. Pero hizo todo lo posible por modernizar al Perú, por sacarlo del estancamiento, de la inmovilidad social, de la parálisis en la que la derecha lo había sumergido tantos años.”


 

Haya de la Torre: un gigante austero y sin autocrítica

“Yo recuerdo a un hombre en una casa ruinosa y polvorienta, descuidada, con una biblioteca gigantesca. Un hombre austero al que evidentemente no le había interesado, a pesar de la leyenda tejida por la derecha, ni el dinero ni la suntuosidad ni los bienes materiales. (…) Y recuerdo a un personaje previsiblemente brillante, egocéntrico, incapaz de alguna autocrítica, pero culto y cargado de historia. Era un hombre que había conocido a Vallejo, que tenía una edición príncipe de Trilce, con una dedicatoria del propio autor. (…)

El personaje, más allá de su sectarismo, era cautivador. No se parecía en nada a la caricatura que la derecha había trazado de él. Pero tampoco reconocía, es cierto, los errores terribles a los que había empujado al partido y que lo habían convertido en un partido conservador después de ser una esperanza reformista en el Perú. Él estaba convencido de que los militares estaban haciendo su revolución, apropiándose del programa aprista, que estaban imitando el repertorio reformista del APRA y que estaban condenados al fracaso. Y en eso tuvo razón, porque no tenían partido ni confianza en el pueblo. Lo que más impresionaba de Haya era su inteligencia y su capacidad de verbalizar, su capacidad de ser irónico y sutil, y de usar el lenguaje a plenitud. Era un personaje histórico, no tengo dudas.

(…) Él no reconocía ningún error. Tenía esa capacidad asombrosa de editar la memoria y creer en la propia infalibilidad. Había algo papal en él, de autoridad incontestable y sacra. Se había creído mucho la adoración popular de la que había sido objeto y la sumisión absoluta de los dirigentes del partido alrededor de su figura. Pero yo estoy convencido de que si Haya hubiese tenido cierta capacidad de autocrítica, el APRA no habría llegado a parir ni a Carlos Limberg ni a Alan García.


 

Alan García Pérez: la corrupción del partido

“Los dirigentes se necesitan cuando hay una estructura partidaria, una cierta democracia interna y una metódica disciplina del voto y de la opción. Con Alan García todo esto se suprime en el APRA. Se retorna a una especie de monarquía plebeya en la que García funge de Carlos V y todos los demás se someten. Mandos como el de Andrés Towsend o como el de Villanueva resultan inverosímiles en la estructura vertical y funesta que empieza a crear Alan García a partir de 1982, que es cuando toma la Secretaría General.

“Con Alan García (la honradez de la dirigencia) se termina. Haya construye un partido y una opción popular, y Alan destruye ese partido desde la perspectiva más intrínseca. Es el Atila del APRA porque destruye justamente lo que Luis Alberto Sánchez mencionaba, que era el orgullo de una ética social, personal, que no podía discutirse. La primera impresión que causaba Haya era la de su austeridad, la de la vejez de su ropa, la pobreza de su casa, la modestia de su vajilla y todo suena conmovedor porque de verdad estábamos hablando de un tipo que había tenido enormes oportunidades de usufructuar del erario o de recibir halagos financieros de los sectores conservadores y, sin embargo, nunca se había interesado. Haya se corrompe desde el punto de vista doctrinario, pero no se corrompe personalmente. Haya no se mancha ni pidiendo ni recibiendo subsidios ni fajos negros. Esa lozanía moral hacía del APRA, efectivamente, un partido importante y casi invicto en ese terreno en donde era tan difícil mantenerse en el Perú. Todo eso se perdió con lo que hace García desde 1985. Y ese despilfarro moral, esa quiebra, bueno, conducen al APRA de hoy.

Con otro brillante periodista, Alfonso Tealdo.

 

Jorge Basadre: un hombre tímido con una gran lucidez

“Era un hombre rebelde pero que comprendía muy bien al Perú. Entendía perfectamente que nuestras taras eran viejas, de nacimiento: que la República había germinado torcida por el caudillismo y por la división, que la costa nunca entendió a la sierra y apenas presintió el oriente, la selva, y que, además, a los divorcios geográficos se unía el divorcio social y racial. Hablaba del abismo social como la gran fuente de los malentendidos del Perú. Y era siempre una opinión valiosa y sabia. Una pena que se muriera porque, como en muchos otros casos, Basadre no tuvo sustituto. Nadie se había especializado en la República como él lo hizo. Otros historiadores han escogido segmentos o temas, pero él tuvo la temeridad de incurrir en esta proeza de abarcar la República completa y eso le dio una visión insuperable de interpretación del país. Fue un gran tipo. Probablemente más tímido de lo que debió ser, y más moderado de lo que debió ser, menos indignado de lo que pudo ser, pero un gran tipo.”

 

El error de Belaúnde frente al terrorismo

Con su gobierno, se dieron “los primeros capítulos de la guerra total, de la guerra a muerte, de la guerra sucia entre el Ejército y Sendero, mejor dicho, entre Sendero y el Ejército. Fue la brutalización de la guerra desde el momento en que, en diciembre del año 82, Fernando Belaúnde militariza la lucha contra Sendero después de haberla subestimado y haber dicho que era una pandilla extranjerizante con auspicio internacional que quería ensuciar su gobierno. Después de eso, crea una zona de emergencia a manos de los militares y les da licencia para todo. Quien empieza la guerra sucia es él. Y ahí es donde se instaura el régimen excepcional de Clemente Noel Moral, el general.”


 

Abimael Guzmán

“Es un ser despreciable y que no tiene nada que decir. No es que tenga muy poco, es que no tiene nada que decir. Nada, no es marxista, no es leninista, no es un teórico gramsciano, no es un proletario. Es un farsante.

“Un pseudo intelectual que, me imagino, pudo ser luminaria en Ayacucho, en la empobrecida Universidad de Huamanga. No resiste el análisis de nadie serio. Si Mariátegui hubiese imaginado que Guzmán iba a capturarlo, creo que no habría muerto. Habría postulado a la inmortalidad para no sufrir ese vejamen.”

“(Sus seguidores) inventaron el pensamiento Gonzalo: «marxismo, leninismo, maoísmo, pensamiento Gonzalo, la cuarta espada». (…) Empezaron colgando perros en postes aludiendo a Deng Xiaoping, el ideólogo de la derechización del Partido Comunista Chino, el hombre que impulsó la China moderna, en todo caso. Pero todo en ellos era así, truculentamente idiota. Eso es lo que no se ha dicho: es el marxismo idiota, eso fue Sendero. Y nos costó 69 mil muertos.”

 

Alan García, Vargas Llosa y Fujimori

Conocí a García Pérez “cuando no era presidente, cuando aspira a la Presidencia, cuando es un hombre modesto que vive en una casita alquilada en Miraflores. Era encantador, era extraordinario porque era brillante y era popular y además era reformista. Y en ese momento no había tocado un centavo. Entonces había que concederle todos los créditos.

“Nos engañó. Así de sencillo.

“Yo viví el proceso inflacionario más venezolano que te puedas imaginar. El Perú entró en una crisis de la que era muy difícil sospechar que podíamos salir. Fujimori es creación de García. No solo porque García lo inventa para que Vargas Llosa no surja –porque Vargas Llosa había anunciado que los bribones del gobierno aprista iban a tener su merecido en el Poder Judicial–. García inventa a Fujimori como una necesidad y Sendero contribuye con esta levadura. Entre Sendero y García, entre ambos se explica Fujimori”.



Alberto Fujimori

“Era un delincuente, un auténtico delincuente. Era un tipo que no solamente había evadido impuestos, que no solamente lo había hecho de un modo sistemático, sino que se había adjudicado de manera tramposa un fundo fingiendo ser beneficiario de la Reforma Agraria. Se adjudicó un fundo de 12 hectáreas que llamó Pampa Bonita, en Huaral. ¿Cómo pensar que un individuo de esa naturaleza podía hacerle bien al Perú? Y quienes lo conocían, quienes habían estado muy cerca de él en la gestión de la Universidad Agraria, decían que era autoritario, intolerante y mañoso. Entonces estaba el cuadro pintado. Solo la estupidez podía imaginarse que el señor Fujimori de antes no iba a ser el de después.

“La historia del Perú está llena de reincidencias. A Nicolás de Piérola lo eligieron presidente después de haber producido el desastre de la defensa de Lima y el desastre de la guerra tras la fuga del señor Mariano Ignacio Prado. Al señor García lo reeligen después del apocalíptico quinquenio de 1985 a 1990. O sea, el Perú está plagado de ese tipo de tenacidades nefastas y de apegos sombríos al castigo y a la obediencia debida.

“A mí no me extraña. Fujimori hizo populismo autoritario y demostró una falta de escrúpulos absoluta y probablemente muchos peruanos se sintieron identificados con él porque, fatalmente, en este país la falta de escrúpulos no produce pánico. En muchos casos produce adhesión y señal de identidad. Esa es la trágica realidad. Un país que tiene el 70 por ciento de economía informal qué puede decir de sí mismo sino que ama la oscuridad. Y Fujimori expresa la absoluta oscuridad de la personalidad peruana: lo taimado, lo traidor, lo ventajista, lo canalla. Bueno, ahí está.”

 

Comentarios

  1. Excelentes comentarios que encierran la verdadera igura social, cultural, humanista y política, de los personajes entrevistados por Cesar Hildebrant, el periodista más objetivo, honesto y transparente de que tengo conocimiento, no me interesan sus defectos, derrepente a sus opositores o contrarios, si...
    Interesante sería, llenarnos de su libro Confesiones de un Inquisidor...

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    1. Coincido sobre todo con lo que usted dice respecto de las debilidades de Hildebrandt. Y quién no tiene sus manías y sus demonios. Somos humanos, pero lo brillante es que en medio de nuestro barro salga a veces una luz poderosa como la que proyecta este periodista veterano al que me complace tanto que muchos jóvenes estén descubriendo y admirando

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