¿Por qué la filosofía es la menos abstracta de todas las ciencias? / Por: Víctor H. Palacios Cruz

 

Julio Cortázar (1914-1984)

Abundan los estereotipos y prejuicios sobre la filosofía y los filósofos. Ensoñaciones, vaguedades, telarañas, campos de batalla sin resultados ni soluciones aplicables. En realidad, los filósofos emplean conceptos y formulan conjeturas tal como lo hace cualquier otra ciencia teórica. Hasta los saberes más prácticos emplean un lenguaje hecho de abstracciones. Sin embargo, lo inesperado es que la filosofía es la menos abstracta de todas las disciplinas, en el sentido de que ninguna como ella cultiva una relación con la realidad más inmediata, viva e integral. Aquí unos argumentos tomados de mis clases y de un artículo publicado en una revista filosófica.

 

Arriesgadamente la filosofía se propone una ambición que las demás ciencias desestiman o no pueden afrontar a partir de la especificidad de sus métodos: parafraseando a Julián Marías, el «imposible necesario» de alcanzar una comprensión de la totalidad de lo existente y de la condición humana en medio de todo. De ahí la grandeza implícita en las discrepancias y las frustraciones de los filósofos, a quienes, por el contrario, se les reclama con frecuencia la precisión de ciertas disciplinas o la productividad de otras.

Desconcertado por la disparidad de las opiniones de los filósofos –en un dilema similar al de Kant comparando los resultados de las prósperas ciencias naturales con los irresolubles pleitos de los metafísicos–, Descartes encuentra en las Obras matemáticas del Padre Clavius unas palabras que lo atraen: “las matemáticas demuestran y justifican con las más sólidas razones todo lo que traen a discusión, de forma que verdaderamente engendran ciencia y expulsan por completo todas las dudas de la mente del estudiante. Difícilmente puede decirse esto de otras ciencias, donde la mayor parte del tiempo el entendimiento queda incierto y en duda sobre el valor exacto de sus conclusiones, tantas son las opiniones y tan discutidos sus juicios”.

La filosofía se propone una ambición que las demás ciencias desestiman o no pueden afrontar a partir de sus métodos

Descartes pretendía edificar una nueva sabiduría, superior y definitiva. Con ese fin, creyó hallar en las ciencias de los números “cimientos tan firmes y sólidos” que, en una época en que las viejas creencias se desmoronaban con estrépito, no entendió por qué no se habían apoyado sobre ellos otras disciplinas, además de la mecánica. Consideró que era posible elaborar un método inspirado en las demostraciones de los geómetras, un procedimiento inusitadamente simple gracias al cual no habrán verdades “tan alejadas de nuestro conocimiento a las que, finalmente, no podamos llegar ni tan ocultas que no podamos descubrir”, según escribió en el Discurso del método.

Las consecuencias de este método, como es sabido, no permitieron obtener ninguna sabiduría a salvo de la duda sino, por el contrario, planteamientos arbitrarios y disparatados como la deducción de una ciencia total del mundo a partir de la sola idea innata de res extensa (“cosa extensa”), o la drástica incomunicación entre cuerpo y mente a causa de las distinción entre las ideas del yo pensante y la sustancia extensa.

Inmanuel Kant (1724-1804).

Confundida por sus naturales incertidumbres e insegura ante el juicio de otras profesiones, la filosofía a menudo ha adoptado un método ajeno buscando un remedio a su inestable reputación. Del mismo modo que las ciencias especializadas, eufóricas ante el triunfo de sus investigaciones y altivas delante del diverso destino de los filósofos, a menudo han realizado pronunciamientos que exceden el campo cubierto por sus instrumentos de trabajo. Pienso en las declaraciones taxativas de un Stepehn Hawking o un Charles Dawkins sobre el origen del universo y la no existencia de Dios, por ejemplo. En ambos casos, una injusta comparación y, ante todo, una profunda incomprensión de las diferencias entre los respectivos objetos de estudio han provocado una mezcla de planos perjudicial para las partes en litigio.

En cierta forma, entre la mirada propia de la filosofía –panorámica, unitaria, interpretativa– y las ciencias especializadas hay una diferencia parecida a la que existe entre la mano humana y las herramientas. Todas estas fijan una posición determinada que posibilita un movimiento unilateral del que se obtiene una eficiencia específica.

La mirada propia de la filosofía es panorámica, unitaria, interpretativa

Por el contrario, no encerradas en forma alguna inalterable, las manos poseen una plasticidad y una apertura que les permite adoptar todas las formas posibles e, incluso, transferirlas a la materia por medio de la fabricación de utensilios. Al igual que las manos, la virtud de la filosofía reside en su condición inespecializada, en unas reflexiones urdidas a partir de la experiencia, comunes a los fundamentos teóricos de las demás ciencias. Lamentar que no produzca resultados exactos o alguna clase de rentabilidad se parecería a la queja que el martillo o las tijeras dirigirían a la mano por no golpear con fuerza ni cortar con finura.

La exactitud, por lo demás, es el lujo que únicamente podría permitirse quien trabaje con números y polígonos, es decir con artificios y abstracciones de nuestra mente, por tanto con encantadoras irrealidades. Dice Hans Blumenberg: “cuanto más se aproxima una disciplina científica al «ideal» de exactitud empírica, tanto más exclusivamente trabaja con preparados y datos métricos que la hacen independiente de la contingencia de la fenomenicidad de los objetos”.

Henri Bergson (1859-1941)

Más devotamente Pitágoras, aun creyendo que todo consistía en números, llamó al universo kosmos que significa “belleza” o “adorno” (de kosmos deriva la palabra «cosmética»).

La química, la astronomía, la geografía o la física escogen una parte de lo real y omiten el resto. Esta delimitación regula su metodología y explica que puedan ser llamadas ciencias “particulares”. El caso es que la realidad es siempre unitaria y no únicamente química, geográfica o física. No es una parte; tampoco una suma de partes.

Al humano lo examinan biólogos, sociólogos y economistas. Pero no somos algo puramente biológico, sociológico o económico. El dolor es un hecho físico, psicológico y médico; pero la física, la psicología y la medicina describen el dolor cada cual a su manera sin decirnos nunca qué es en sí ni qué significa. Incluso la praxis médica contemporánea, de modo precavido, se recuerda a sí misma que no trata con órganos ni enfermedades sino con personas. Por la misma razón, una enciclopedia no es sabiduría, sino apenas una reunión de especialidades.

Cualquier ciencia mira un solo aspecto de la realidad, en cambio la filosofía “es la ciencia que contempla la realidad íntegra en su desnudez"

En un hermoso libro titulado Historias de cronopios y de famas, Julio Cortázar urde un ingenioso juego literario que titula “Posibilidades de la abstracción”: “el lunes pasado fueron las orejas. A la hora de entrada era extraordinario el número de orejas que se desplazaban en la galería de entrada. En mi oficina encontré seis orejas; en la cantina, a mediodía, había más de quinientas, simétricamente ordenadas en dobles filas. Era divertido ver de cuando en cuando dos orejas que remontaban, salían de la fila y se alejaban. Parecían alas”. “El miércoles preferí […] los botones. ¡Oh espectáculo! El aire de la galería lleno de cardúmenes de ojos opacos que se desplazaban horizontalmente”. “Mi secretaria lloraba, leyendo el decreto por el cual me dejaban cesante. Para consolarme decidí abstraer sus lágrimas, y por un rato me deleité con esas diminutas fuentes cristalinas que nacían en el aire”. “La vida está llena de hermosuras así”.

Vaya. El protagonista es despedido por culpa no de sus fantasías sino de sus abstracciones. “Abstraer”, dice la Real Academia, “es separar por medio de una operación intelectual un rasgo o una cualidad de algo para analizarlos aisladamente”. Sin embargo, dice Henri Bergson, “entre las ciencias la filosofía es la única que no es abstracta. Cualquier ciencia considera un aspecto de la realidad, o sea, una abstracción”, en cambio, la filosofía “es la ciencia que contempla la realidad íntegra en su desnudez, sin velos que la cubran”.


En este enlace puede leerse el artículo original completo:

http://institucional.us.es/revistas/themata/58/3_art.pdf

 

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