Razones que superan a la razón / Víctor H. Palacios Cruz


El sueño de la razón produce monstruos (detalle). Grabado de Goya (1797-1799)

Sonrío por dentro cuando escucho a alguien hacer un elogio de la razón como la gran facultad que ennoblece a nuestra especie. Yo mismo profesé por mucho tiempo esta ingenuidad. Sin embargo, escribiendo, dando clases y más aún viviendo he caído en la cuenta de que sin un trato con el mundo y los demás, sin el cuerpo y sin mis propias emociones, una razón altiva y autónoma por hábil que sea me haría a mí mismo –como a cualquiera– el hombre más desdichado. Si los años me han podido dar siquiera un átomo de sabiduría, puedo decir sin vacilaciones que de tanta inteligencia y tan poco corazón uno podría volverse en realidad bastante bruto. Aquí una modesta colección de citas de escritores y filósofos para poner en su sitio –que no es el desprecio, tampoco– a un talento que ha enorgullecido confusamente a los humanos.

 

 

San Pablo:

“Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe. Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada”.

(I Carta a los Corintios)

 

Michel de Montaigne en sus Ensayos:

“Puesto que nuestro estado acomoda las cosas a sí y las transforma de acuerdo consigo, ya no sabemos qué son las cosas en verdad: nada llega hasta nosotros, en efecto, sino falsificado y alterado por nuestros sentidos”. Por tanto, “allí donde el compás, la escuadra y la regla están torcidos, todas las proporciones que se obtienen con ellos, todas las construcciones que se alzan según su medida, son también, necesariamente, defectuosas y erradas” (Barcelona, Acantilado, 2007, 907).

 

Arthur Schopenhauer (1788-1960)

 

Blaise Pascal en sus Pensamientos:

“El corazón tiene razones que la razón no entiende”. “Burlarse de la filosofía, eso es verdaderamente filosofar” (Valdemar, 2001)

 

Rousseau en su Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres:

“Si la naturaleza nos ha destinado a ser sanos, quisiera decir que el estado de reflexión va contra la naturaleza y que el hombre que medita es un animal depravado”. (Biblioteca Virtual Cervantes: http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/discurso-sobre-el-origen-de-la-desigualdad-entre-los-hombres--0/html/ff008a4c-82b1-11df-acc7-002185ce6064_5.html)

 

Retrato de F. Nietzsche (1844-1900) por E. Munch.

 

Joseph Joubert en Pensamientos:

“El cerebro es el depósito; no hay que considerarlo la fuente”.

“Solo por la reflexión somos infelices”.

“Nunca hay que intentar, pues, hacer con el espíritu lo que nacimos siendo capaces de hacer con el instinto. Versos, por ejemplo. Un poeta es una especie de ruiseñor, un animal lírico o musical. Sabe lo que ignora.”

(Barcelona, Península, 202, 198 y 159 respectivamente)

 

Arthur Schopenhauer en El mundo como voluntad y representación:

“El conocimiento intuitivo en general, en cuyo dominio se halla la idea, se opone diametralmente al racional o abstracto, guiado por el principio de razón. Como es sabido, raramente se encuentra la gran genialidad emparejada con una racionalidad predominante; antes bien, por el contrario, los individuos geniales se hallan con frecuencia sometidos a violentos afectos y pasiones irracionales.

Sin embargo, la razón de ello no es la debilidad de la razón, sino por una parte la inusual energía del fenómeno de la voluntad que es el individuo genial y que se manifiesta en la vehemencia de los actos de voluntad.” (Trotta, 244)

  

José María Eca de Queiroz (1845-1900)

Friedrich Nietzsche en La ciencia jovial (posiblemente contra Descartes y Hegel):

«¿Qué es lo que entiende el pueblo realmente por conocimiento? ¿Qué quiere éste cuando quiere el “conocimiento”? Nada más que esto: que algo extraño sea reducido a algo familiar. Y, nosotros los filósofos, ¿acaso hemos entendido por conocimiento en realidad algo más? Lo familiar alude a lo que estamos habituados, de tal manera que ya no nos sorprendemos más ante ello, nuestra cotidianidad, alguna regla a la que nos adherimos, todo aquello en lo que nos sentimos cómodos: ―¿cómo? ¿No es precisamente nuestra necesidad de conocer la necesidad de lo familiar, la voluntad de descubrir bajo todo lo extraño, poco habitual, problemático, algo que ya no nos intranquilice más? ¿No será el júbilo de los que conocen, el júbilo precisamente del sentimiento de seguridad nuevamente recuperado?...

«He aquí un filósofo que se jactaba de haber “conocido” el mundo cuando lo redujo a la “idea”: pero, ¿no fue precisamente porque para él la “idea” era tan familiar, tan habitual? ¿Por qué no tenía miedo de la “idea”? ¡Con qué poco se dan por satisfechos los que conocen!» (Biblioteca Nueva, 2001, 353-354).

 

Eça de Queirós en su cuento “Adán y Eva en el Paraíso”:

“Por fin, la floresta lentamente se calla, la sombra resbala entre los troncos, y el orangután dichoso baja a su catre de peñascales y musgos y se adormece en la inmensa paz de Dios, del Dios que él nunca se cansó en comentar, ni siquiera en negar, y que a pesar de todo derrama sobre él, con imparcial cariño, los bienes colmados de Su misericordia. Así ocupó su día el orangután, entre los árboles. Y, mientras tanto, ¿cómo gastó, en las ciudades, su día, el hombre, primo del orangután? ¡Sufriendo, porque tiene los dones superiores que le faltan al orangután! ¡Sufriendo, porque arrastra consigo, sin posibilidad de rescate, ese mal incurable que es su alma!” (Cuentos completos. Siruela y FCE, 2005, 242)

 

G. K. Chesterton en su libro Ortodoxia:

“Si uno discute con un loco, lo más probable es que salga perdiendo; su inteligencia es mucho más rápida porque no tropieza con el obstáculo del buen juicio. No le entorpecen el sentido del humor, la caridad ni las mudas certezas de la experiencia. Es tanto más lógico por haber perdido ciertos afectos de los cuerdos. De hecho, la frase con que por lo común se define la locura induce a cierta confusión. No es que el loco haya perdido la razón, sino que lo ha perdido todo menos la razón.” (Acantilado, 2013, 22) 

Gilbert Keith Chesterton (1875-1936)

Julio Ramón Ribeyro en una página de 1957 de sus diarios titulados La tentación del fracaso:

“Renuncio a comprender, maldigo las complicaciones de la razón y extraño la simplicidad de los animales, su puro presente sin memoria” (Seix Barral, 1992, 245).

Y en Prosas apátridas (completas):

“Mi mirada adquiere en privilegiados momentos una intolerable acuidad y mi inteligencia una penetración que me asusta. Todo se convierte para mí en signo, en presagio. Las cosas dejan de ser lo que parecen para convertirse probablemente en lo que son. El amigo con el que converso es un animal doméstico cuyas palabras apenas comprendo; la canción de Monteverdi que escucho, la suma de todas las melodías inventadas hasta ahora; el vaso que tengo en la mano, un objeto que me ofrece, atravesando los siglos, el hombre de la edad de piedra; el automóvil que atraviesa la plaza el sueño de un guerrero sumerio; y hasta mi pobre gato, el mensajero del conocimiento, la tentación y la catástrofe. Cada cosa pierde su candor para transformarse en lo que esconde, germina o significa. En estos momentos, insoportables, lo único que se desea es cerrar los ojos, taparse los oídos, abolir el pensamiento y hundirse en un sueño sin riberas.” (Tusquets, 1986, 55-56).

 

El poeta Yehuda Amijai, citado por el escritor israelí Amos Oz (Contra el fanatismo):

“Donde tenemos razón no pueden crecer flores” (Siruela-De Bolsillo, 34).

Comentarios

  1. Buen día profesor Víctor Hugo, este escrito me parece algo tan vital que se debería tener siempre presente, porque no está mal tener siempre presente el uso de la razón, pero, a su vez, direccionarse en paralelo con los sentimientos, nuestras pasiones, el alma, eso es lo que nos hace humanos; porque si nos dejamos llevar solo por uno, o vamos por no disfrutar las cosas (por tanta crítica que se puede llegar hacer en búsqueda de la lógica) o arrepentiste por no haber pensando de las consecuencias de nuestras acciones. Teniendo en cuenta la coyuntura de estas fechas, de nada sirve tener grandes conocimientos, si nos hace falta lo humano dentro de nosotros, la ayuda, el amor por el bienestar del mundo, el querer oír a todos y respetarlos.

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    1. Gracias por tu gentil lectura. Por mi parte, incluso añadiría que sin la relación temprana y armoniosa con los demás, no desarrollaríamos la facultad intelectual que poseemos. La mirada de la madre, del padre, de todos hacia un bebé le confiere una seguridad emocional y el comienzo de una conciencia de sí mismo y de las cosas, que luego lo afirma personalmente de una manera más profunda y decisiva. La razón no es lo definitivo, sino una saludable interrelación con el entorno, que pasa por los sentidos, la emotividad y el afecto

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