¿Cómo comenzamos a amar los libros? Una conversación entre Víctor H. Palacios y Alberto Machuca
La disputa entre el libro de papel y
el libro digital –que ahora mismo es más convivencia que rivalidad– olvida que
ya la aparición del libro como objeto –rollo de papiro o pergamino y luego un puñado
de hojas unidas por uno de sus costados – fue un acontecimiento novedoso que
despertó el recelo incluso de Platón, para quien un escrito es solo el
simulacro de una sabiduría que únicamente existe en el diálogo.
Antes de Gutenberg, el lugar de la
cultura era la oralidad y, a lo sumo, la lectura en grupo. Por ello, la
multiplicación de los libros provocada por la imprenta supuso la propagación de
una conducta extraña y sospechosa: leer a solas y en silencio, un contacto
invisible con el conocimiento y las historias. Sin saberlo, todos somos hijos de ese lazo
clandestino, de esas ensoñaciones solitarias.
Comparto con los lectores una charla amena
y feliz con el mediador de lectura –y grandísimo lector– Alberto Machuca Maza, con
la que intentamos reconstruir los sucesos borrosos pero cruciales de la
infancia que grabaron a fuego en nosotros un común amor por los libros. Y entender con ello qué
ha quedado en el camino de esa marca que, como todo lo que nos ocurre cuando niños,
no hace más que ahondarse con el paso de los años.
Primera parte
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