La pérdida de las personas que amamos y que somos (S. Agustín, S. Márai, J. R. Ribeyro y J. Cortázar)

Aquiles llorando la muerte de Patroclo, pintura de Gavin Hamilton (1763).

Es mentira que los seres a quienes queremos existan fuera de nosotros: al frente, al lado o muy lejos. Con el tiempo, el trato y las palabras, ellos se instalan en nuestra mente, nuestros hábitos y nuestros gestos, de manera que vivir su partida es experimentar los desgarros de una amputación. En estos días de luto por culpa de una pandemia, San Agustín, Sándor Márai, Julio Ramón Ribeyro y Julio Cortázar siguen hablándonos para describir el helado vacío de la ausencia o la compañía más profunda que nos hacen todavía aquellos a quienes ya extrañamos.


San Agustín: la muerte del amigo


San Agustín (353-430) en retrato de Caravaggio sin fecha (s. XVI)

“Al haber muerto aquel a quien yo había amado como si nunca fuera a morir, me parecía raro que el resto de los mortales siguiera viviendo. Y mi extrañeza era aún mayor ante el hecho de seguir viviendo yo mismo, que era como un doble de su persona. ¡Qué expresión más feliz de aquel que dijo de su amigo que era «la mitad de su alma». Siempre tuve la impresión de que mi alma y la suya eran un alma sola en dos cuerpos. Por eso la vida me resultaba terrible. Por un lado, no me sentía con ganas de vivir una vida a medias. Por otro, le tenía mucho miedo a la muerte, quizá para que no muriera en su totalidad aquel a quien yo había amado tanto.”
Confesiones, Madrid, BAC, 2005.

"Le tenía mucho miedo a la muerte, quizá para que no muriera en su totalidad aquel a quien yo había amado tanto"


Sándor Márai: la muerte de la mujer amada


Sándor Márai (1900-1989)

Sobre su esposa gravemente enferma y luego muerta: “La verdad es que ya podría irme de este mundo, porque L. no es consciente de mi existencia […] aunque marcharme me parece una cobardía, por primera vez en mi vida hoy he sentido que ya nada me retiene […] Durante seis décadas hemos estado siempre juntos, despiertos y dormidos, físicamente y de otras maneras, en todo tipo de circunstancias, y en cada ocasión nos hemos apoyado mutuamente mientras pasábamos por situaciones miserables o prodigiosas: siempre juntos. Ahora me encuentro solo, en un vacío similar al que rodea al astronauta en el espacio, donde ya no actúa la gravedad que lo mantenía sujeto a la Tierra. Todo flota, él mismo, los objetos, el mundo.”
Diarios 1984-1989. Barcelona, Salamandra, 2008.

"Ya podría irme de este mundo, porque L. no es consciente de mi existencia" 


J. R. Ribeyro: el alejamiento de los amigos


Julio Ramón Ribeyro (1929-1994)

“Cada amigo es dueño de una gaveta escondida de nuestro ser, de la cual sólo él tiene la llave e, ido el amigo, la gaveta queda para siempre cerrada. Alejarse de los amigos es así clausurar parte de nuestro ser. Yo habría sido diferente si hubiera continuado frecuentando a ciertos amigos de mi juventud. Pero las circunstancias nos separaron y continuamos viajando cada cual por su lado y por ello mismo mutilados. De ahí que a cierta edad sea difícil hacer nuevos amigos [...] Pero por más afecto que nazca [hacia el nuevo] siempre será el imitador, el falsario, el que no accederá jamás a la cámara más preciada. Cámara irrisoria, seguramente, que no guarda a lo mejor más que un montículo de pedregullo, pero que los ojos del amigo, del primero, convertían en lo que él quería ver: lo irremplazable.”
Prosas apátridas (completas). Barcelona, Tusquets, 1986.

"Alejarse de los amigos es clausurar parte de nuestro ser" 


Julio Cortázar: la persistencia del ausente 


Julio Cortázar (1914-1984)

“Paco Reta. Me habla usted de mi amigo muerto; pronto se cumplirá el primer año de su partida. Fuimos los dos tan hondamente camaradas, que ni siquiera la desnuda evidencia de su muerte ha podido alejar de mí la seguridad de su presencia constante. Ahora sé por qué mucha gente cree sinceramente que el espíritu de sus seres queridos alienta junto a ellos, permanece a su lado. Sin que ésa sea exactamente mi impresión, yo sigo viviendo como si mis tareas y mis goces fueran constantemente compartidos por quien antaño lo hacía. 

"Ni siquiera la desnuda evidencia de su muerte ha podido alejar de mí la seguridad de su presencia constante"

"Este verano, mientras viajaba por Chile, me ocurría a cada momento ponerme a hablar en voz alta, en medio de un bello paisaje, un sendero oculto, una orilla de arroyo; yo hablaba para el amigo, y él me contestaba de una manera inexplicablemente cierta. A veces mi dedo le señalaba cosas: un cerro, una nube, un escorzo fugitivo. Otras veces –y no he podido vencer esa convicción– yo sentí como si él estuviera viendo, gozando, viviendo, a través de mí. No sé si soy claro; quiero decir que me parecía como si él estuviera viendo con mis ojos, andando con mis piernas. Compartíamos el viaje; y muchas veces las gentes me miraron con sorpresa, porque yo dialogaba y sonreía, seguro de su presencia a mi lado. Todo esto lo sostiene en mi recuerdo, indeclinablemente… Así debe ser la amistad, ¿no es cierto? Ojalá que cuando me llegue el día, alguien me sostenga en su cariño, me perpetúe a través del afecto; será la prueba más honda de que no habré vivido en vano”.
Cortázar de la A a la Z, México DF, Alfaguara, 2014.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

La amistad según Michel de Montaigne (1533-1592) / Por: Víctor H. Palacios Cruz

¿Cuánto nos representa a todos “El hombre de Vitruvio”? Discusiones y reflexiones en torno al célebre dibujo de Da Vinci / Por: Víctor H. Palacios Cruz

Una pequeña historia de Navidad (de Eduardo Galeano)

Carta de despedida a mis alumnos / Por: Víctor H. Palacios Cruz

¿Por qué lloramos cuando vemos las fotos de nuestros hijos más pequeños? / Víctor H. Palacios Cruz

Anna Ajmátova: memoria, dolor e identidad / Por: Víctor H. Palacios Cruz