Yuval Noah Harari: citas comentadas de "Sapiens" y "Home Deus".



Originalmente especialista en historia militar, Harari (n. 1976) debe su fama meteórica al libro Sapiens. De animales a dioses. Una breve historia de la humanidad (2014) escrito tras aceptar un encargo que otros reputados académicos habían declinado por desdén. En la divulgación de su obra la eficiente publicidad se corresponde gratamente con la excelencia del producto.
Sapiens y después Homo Deus. Breve historia del mañana (2016) son dos trabajos de relato-ensayo en que Harari obtiene con pericia una difícil mezcla entre amenidad y erudición, humor y agudeza, amplitud de las ideas y tactilidad del estilo, sólida racionalidad e ingeniosa didáctica.
Más allá de algunas tesis arriesgadas –precisamente parte del atractivo de su escritura–, Harari puede ser leído con placer por lectores entendidos y lectores principiantes, por quienes leen con el propósito del conocimiento y quienes leen sin otro fin que no sea el mismo acto de leer, que son los que realmente aman leer.
Aquí selecciono unas cuantas citas que, además de estimulantes, son una muestra del estilo y el grado de sugerencia de este estupendo historiador y pensador israelí. Citas acompañadas por unos breves comentarios personales.

I
Sapiens. De animales a dioses. 
Una breve historia de la humanidad. Lima: Debate, 2018.

La falsedad de lo puro: la mezcla como fundamento de las culturas
“En un restaurante italiano esperamos encontrar espaguetis con salsa de tomate; en restaurantes polacos e irlandeses, gran cantidad de patatas; en un restaurante argentino podemos elegir entre decenas de tipos de filete de buey; en un restaurante indio añaden guindillas picantes prácticamente a todo, y la consumición típica de cualquier café suizo es chocolate espeso y caliente bajo unos Alpes de nada montada. Pero ninguno de estos alimentos es autóctono de estos países.
“Los tomates, las guindillas picantes y el cacao son de origen mexicano, y no llegaron a Europa y Asia hasta después de la conquista de México por los españoles. Julio César y Dante Alighieri nunca hicieron girar espaguetis bañados en tomate en su tenedor (ni los tenedores se habían inventado todavía), Guillermo Tell nunca probó el chocolate y Buda nunca sazonó su comida con guindilla. Las patatas llegaron a Polonia e Irlanda hace apenas 400 años. El único filete que se podía obtener en Argentina en 1492 era de una llama.
“(…) estos jinetes nativos americanos no eran los defensores de alguna cultura antigua y auténtica. Por el contrario, eran el producto de una revolución militar y política importante que barrió las llanuras del oeste de Norteamérica en los siglos XVII y XVIII, como consecuencia de la llegada de los caballos europeos. En 1492 no había caballos en América. La cultura de los sioux y los apaches del siglo XIX tiene muchos aspectos atractivos, pero era una cultura moderna (resultado de fuerzas globales) mucho más que «auténtica».”

A menudo, sea por el miedo a lo desconocido interesadamente infundido, o por un malentendido en la memoria colectiva, se pretende defender la integridad de una cultura local, olvidando que la más acendrada tradición fue en su momento cambio y novedad. Por ejemplo, hay quienes creen en el huayno de los Andes peruanos como un legado cuya pureza es preciso proteger de la intrusión de la influencia extranjera, cuando en una buena banda de este género, por ejemplo en el Valle del Mantaro, los instrumentos que suenan –¡y cómo suenan!– son saxofones, clarinetes, violines y arpas, todos importados de Europa a través de España en el curso del virreinato.


Etnocentrismo cultural
“En el lenguaje de los dinka de Sudán, «dinka» significa simplemente «personas». Las que no son dinka, no son personas. Los enemigos acérrimos de los dinka son los nuer. ¿Qué significa la palabra «nuer» en el idioma de los nuer? Significa «personas originales». A miles de kilómetros de los desiertos de Sudán, en las frías y heladas tierras de Alaska y el nordeste de Siberia, viven los yupik. ¿Qué significa «yupik» en el lenguaje de los yupik? Significa «personas reales»”.

También los griegos llamaron a los extranjeros «bárbaros», según los libros de historia de Herodoto (que, sin embargo, no tuvo intención peyorativa al emplear ese vocablo y, por el contrario, fue llamado por Plutarco “amigo de los bárbaros”).
Asimismo, los europeos que llegaron al Nuevo Mundo dudaron de la humanidad de sus habitantes oriundos, cuyos títulos sobre sus tierras defendió Francisco de Vitoria (1483-1546), y cuyas prácticas más extremas (el canibalismo) fue antes objeto del deseo de comprender que de condenar en Michel de Montaigne (1533-1592), quien juzgó que eran todavía más crueles los franceses que se habían entrematado con crueldad y ensañamiento durante las guerras de religión del siglo XVI.


Ventajas de los cazadores-recolectores respecto de las sociedades posteriores: 
“El cazador-recolector medio tenía un conocimiento más amplio, más profundo y más variado de su entorno inmediato que la mayoría de sus descendientes modernos. Hoy en día, la mayoría de las sociedades industriales no necesitan saber mucho acerca del mundo natural con el fin de sobrevivir. (…) Necesitamos saber mucho acerca de nuestro minúsculo campo de experiencia, pero para la inmensa mayoría de las necesidades de la vida nos fiamos ciegamente de la ayuda de otros expertos, cuyos propios conocimientos están asimismo limitados a un diminuto campo de pericia. El colectivo humano sabe en la actualidad muchísimas más cosas de las que sabían las antiguas cuadrillas. Pero a nivel individual, los antiguos cazadores-recolectores eran las gentes más bien informadas y diestras de la historia.
“(…) el tamaño del cerebro del sapiens medio se ha reducido desde la época de los cazadores-recolectores. En aquella época, la supervivencia requería capacidades mentales soberbias de todos. Cuando aparecieron la agricultura y la industria, la gente pudo basarse cada vez más en las habilidades de los demás para sobrevivir, y se abrieron nuevos «nichos para imbéciles». Uno podía sobrevivir y transmitir sus genes nada especiales a la siguiente generación trabajando como aguador o como obrero de una cadena de montaje.
“(…) Lo cazadores-recolectores gozaban de una carga muy liviana de tareas domésticas. No tenían platos que lavar, ni alfombras para quitarles el polvo, ni pavimentos que pulir, ni pañales que cambiar, ni facturas que pagar (…)
“Hace 30.000 años, los cazadores-recolectores chinos podían abandonar el campamento, pongamos por caso, a las ocho de la mañana. Vagaban por los bosques y prados cercanos, recolectando setas, extrayendo del suelo raíces comestibles, capturando ranas y, ocasionalmente, huyendo de tigres. A primera hora de tarde, estaban de vuelta en el campamento para comer. Esto les dejaba mucho tiempo para chismorrear, contar relatos, jugar con los niños y simplemente holgazanear. Desde luego, a veces los tigres los alcanzaban, o alguna serpiente los mordía, pero por otra parte no tenían que habérselas con los accidentes de automóvil ni con la contaminación industrial.
“(…) El secreto del éxito de los cazadores-recolectores, que los protegió de las hambrunas y la malnutrición, fue su dieta variada. Los agricultores tienden a comer una dieta muy limitada y desequilibrada. Especialmente en la época premoderna, la mayoría de las calorías que alimentaban a una población agrícola provenían de una sola planta de cultivo (como el trigo, las patatas o el arroz), que carece de algunas de las vitaminas, minerales y otros materiales nutritivos que los humanos necesitan. La campesina media en la China tradicional comía arroz en el desayuno, arroz en el almuerzo y arroz en la cena. Si tenía suerte, podía esperar comer lo mismo al día siguiente. En cambio, los antiguos cazadores-recolectores comían regularmente decenas de alimentos diferentes. La tatarabuela cazadora-recolectora de la campesina pudo haber comido bayas y setas en el desayuno; frutos, caracoles y tortuga en el almuerzo, y carne de conejo con cebollas silvestres en la cena. El menú del día siguiente podía ser completamente distinto. Esta variedad aseguraba que los antiguos cazadores-recolectores recibían todos los nutrientes necesarios.”

En Homo Deus, Harari dice que, efectivamente, las máquinas de sistemas algorítmicos pueden reemplazar a los humanos en tanto que muchos de ellos se han convertido ya en seres mecanizados por culpa de sus profesiones especializadas y los hábitos que los encierran en rutinas cada vez más estrechas e ignorantes del entorno y del conjunto.
En sus Prosas apátridas, Julio Ramón Ribeyro habla de la libertad de los beduinos y otros pueblos nómadas que, por contraste con nuestra civilización atestada de productos y desechos, nos recuerda que la propiedad es una servidumbre.


II
Homo Deus. Breve historia del mañana. Lima: Debate, 2018.

El terrorismo como espectáculo y provocación
“Para el norteamericano o el europeo medio, la Coca-Cola supone una amenaza mucho más letal que al-Qaeda.
¿Cómo es posible, pues, que los terroristas consigan copar los titulares y cambiar la situación política en todo el mundo? Porque provocan que sus enemigos reacciones de manera desproporcionada. En esencia, el terrorismo es un espectáculo. Los terroristas organizan un espectáculo de violencia pavoroso, que capta nuestra imaginación y hace que nos sintamos como si retrocediésemos hasta el caos medieval. En consecuencia, los estados suelen sentirse obligados a reaccionar frente al teatro del terrorismo con un espectáculo de seguridad y orquestan exhibiciones de fuerza formidables, como la persecución de poblaciones enteras o la invasión de países extranjeros. En la mayoría de los casos, esta reacción desmesurada ante el terrorismo genera una amenaza mucho mayor para nuestra seguridad que los propios terroristas.
Los terroristas son como una mosca que intenta destruir una cacharrería. La mosca es tan débil que no puede mover siquiera una taza. De modo que encuentra un toro, se introduce en su oreja y empieza a zumbar. El toro enloquece de miedo e ira, y destruye la cacharrería. Esto es lo que ha ocurrido en Oriente Medio en la última década. Los fundamentalistas islámicos nunca habrían podido derrocar por sí solos a Sadam Hussein. En lugar de ello, encolerizaron a Estados Unidos con los ataques del 11 de septiembre, y Estados Unidos destruyó por ellos la cacharrería de Oriente Medio. Ahora medran entre las ruinas. Por si solos, los terroristas son demasiado débiles para arrastrarnos de vuelta a la Edad Media y restablecer la ley de la selva. Pueden provocarnos, pero al final todo dependerá de nuestras reacciones. Si la ley de la selva vuelve a imperar con fuerza, la culpa no será de los terroristas.”

El empleo del miedo como coartada para el ejercicio de la dureza interna o externa de un régimen, tirano o democrático. Por tanto, como medio de sometimiento y manipulación de la ciudadanía.
Hipocresía facilitada por la eficacia de la omnipresencia de los medios de información y las nuevas tecnologías, pero sobre todo por la desconexión entre los ciudadanos y su realidad, por su culpable indiferencia y el encierro egoísta y cotidiano que los lleva a reemplazar la complejidad y el drama que incluso toca a las puertas de sus casas por la propaganda, los estereotipos y esa perniciosa y falsa sensación de realidad que produce la velocidad de las redes sociales.


Abolición de la muerte y abandono del arte y la religión
“Cuando las personas asumieron que la muerte es inevitable, se habituaron desde una edad temprana a suprimir el deseo de vivir eternamente o lo desviaron hacia otros objetivos factibles. Las personas quieren vivir para siempre de modo que componen una sintonía «inmortal», se esfuerzan por conseguir la «gloria eterna» en algún guerra e incluso sacrifican su vida para que se ama «goce de felicidad eterna en el paraíso». Gran parte de nuestra creatividad artística, nuestro compromiso político y nuestra devoción religiosa se alimenta del miedo a la muerte.
“[…] Cuando la gente crea (con o sin buenas razones) que tiene una posibilidad seria de librarse de la muerte, el deseo de vivir se negará a seguir tirando del desvencijado carro del arte, la ideología y la religión, y se lanzará hacia adelante como un alud.
“[…] Si la ciencia hace progresos importantes en la guerra contra la muerte, la batalla real pasará de los laboratorios a los parlamentos, a los tribunales y a las calles. Una vez que los esfuerzos científicos se vean coronados por el éxito, desencadenarán agrios conflictos políticos. Todas las guerras y conflictos de la historia pueden convertirse en un insignificante preludio de la lucha real que nos espera: la lucha por la eterna juventud”.

Jonathan Zwift en su novela Los viajes de Gulliver, Borges en su cuento “El inmortal” y la serie de televisión de Jim Henson El narrador de cuentos en su capítulo “El soldado y la muerte”, narran la amargura, el abandono y la intolerancia del vivir en quienes han alcanzado la inmortalidad terrena.
Historias que recuerdan a Titono, nacido en Troya, que en la mitología griega se torna inmortal por el consentimiento de Zeus al pedido de la diosa Aurora, enamorada de la belleza juvenil de Titono, que con el tiempo envejece tristemente hasta encogerse en la forma de un insecto que suspira quedamente "quiero morir, quiero morir".
En su relato “Perfección”, el portugués José María Eça de Queirós recrea la despedida de Ulises y la diosa Calypso, también perdidamente enamorada de un mortal a quien reprocha el preferir a Penélope:oh diosa –dice Ulises–, nunca tu rostro se iluminó con una alegría; ni de tus ojos verdes rodó una lágrima; ni golpeaste el pie, con ira impaciente, ni, gimiendo con un dolor, te extendiste en el lecho blando. Y así traes inutilizadas todas las virtudes de mi corazón”.


La espiral ilimitada de la técnica
“Si necesitamos proyectos interminables, ¿por qué no conformarnos con la dicha y la inmortalidad y, al menos, dejar a un lado la aterradora búsqueda de poderes sobrehumanos? Porque esta es indivisible de las otras dos. Si se desarrollan piernas biónicas que permiten a los parapléjicos volver a andar, la misma tecnología puede utilizarse para mejorar a la gente sana. Si se descubre cómo detener la pérdida de memoria de los ancianos, los mismos tratamientos podrían potenciar la memoria de los jóvenes.
“No hay una línea clara que separe curar de mejorar. La medicina casi siempre empieza salvando a las personas de caer por debajo de la norma, pero las mismas herramientas y conocimientos pueden usarse para sobrepasar la norma. […]
“La cirugía plástica moderna nació en la Primera Guerra Mundial, cuando Harold Gillies empezó a tratar heridas faciales en el hospital militar de Aldershot. Tras el fin de la guerra, los cirujanos descubrieron que las mismas técnicas podían también transformar narices perfectamente sanas pero feas en ejemplares más hermosos. Aunque la cirugía plástica siguió ayudando  los enfermos y heridos, empezó a dedicar más atención a mejorar a los sanos. En la actualidad, los cirujanos plásticos ganan millones en clínicas privadas cuyo objetivo único y explícito es mejorar a los sanos y embellecer a los ricos.”

La diva del cine italiano de los años 50 y 60, Anna Magnani, dijo a su maquilladora antes de rodar una escena: “no me ocultes mis arrugas, que me ha llevado una vida lograrlas”.
De otro lado, son imprevisibles las consecuencias de la pronunciada desigualdad social que generaría el acceso privilegiado de unos pocos a químicos potenciadores, neuroestimuladores de los músculos y la memoria y aun a prótesis tecnológicas, ocultas o no, que les conferirían ventajas inestimables en el implacable mercado de la educación, el trabajo y el deporte. Ya la ostentación del consumo –celulares de alta tecnología, además de ropa y servicios– provoca resentimiento y violencia en las ciudades en que coexisten el lujo y la miseria.


El dataísmo: disolución del individuo y deshumanización tecnológica
“Cuando abandonemos la concepción homocéntrica del mundo en favor de una visión datacéntrica, la salud y la felicidad humanas podrían parecer mucho menos importantes. ¿Por qué preocuparse tanto por obsoletas máquinas procesadores de datos cuando ya existen modelos mucho mejores? Nos esforzamos por modificar el Internet de Todas las Cosas con la esperanza de que nos haga saludables, felices y poderosos. Pero cuando esté terminado y funcione, podríamos vernos reducidos de ingenieros a chips, después a datos, y finalmente podríamos disolvernos en el torrente de datos como un terrón en un río caudaloso. […]
“Cuando los humanos perdamos nuestra importancia funcional para la red, descubriremos que, después de todo, no somos la cúspide de la creación. Las varas de medir que nosotros mismos hemos consagrado nos condenarán a sumarnos en el olvido a los mamuts y a los delfines fluviales chinos. En retrospectiva, la humanidad resultará ser solo una onda en el flujo cósmico de datos.
“[…] [Pero] ¿Son en verdad los organismos solo algoritmos y es en verdad la vida solo procesamiento de datos? ¿Qué es más valioso: la inteligencia o la conciencia? ¿Qué le ocurrirá a la sociedad, a la política y a la vida cotidiana cuando algoritmos no conscientes pero muy inteligentes nos conozcan mejor que nosotros mismos?”

El sistema conjunto quedará librado a sus algoritmos, a su lógica circular cada vez más homogénea, desproblematizada, fluida, sin control humano alguno, entregada a su propia espontaneidad y sus leyes. Mundo tan unificado y perfecto que, ante la primera disrupción o accidente, no tendrá más remedio que estallar en millones de millones de unidades dispersas que ya nadie podrá reintegrar y ni siquiera contemplar en su partida irrevocable hacia la nada.
Diluir la individualidad comprometería no solo la interioridad, los afectos, la felicidad, etc., sino sobre todo la interrelación –que precisa de individuos delineados y dueños de sí– y la convivencia que es lo que nos ha hecho como somos.
Convendría reivindicar nuestra corporalidad –sin la que nuestra propia vida mental sería inconcebible– a fin de obtener una mirada más saludable y unitaria del ser que somos, con sus sombras y misterios. Únicamente la aceptación de nuestra materialidad –trascendida pero irrenunciable– asegurará que sigamos siendo reconociblemente humanos, con la vida apasionante que suscita toda existencia dotada de límites.


Comentarios

  1. En esta entrevista para un programa español on line, Harari brinda una estupenda síntesis de sus libros, y precisa los más controvertidos, a menudo malentendidos por lecturas parciales por parte de otros intelectuales. Subraya que no es un profeta ni tampoco un defensor del futuro tecnológico, sino que únicamente expone las posibilidades del porvenir de la humanidad -según las circunstancias del presente-, posibilidades que tenemos la responsabilidad de examinar a fin de contrarrestar sus consecuencias desfavorables.
    https://www.youtube.com/watch?v=hxuKo_VdM9o

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