Significados de la casa: un poema y una prosa / Neruda y Ribeyro
A propósito de la casa soñada. Dos textos literarios. Un poema de Pablo Neruda (que debo a Cristina, mi esposa) y otro de las Prosas apátridas de Julio Ramón Ribeyro:
Pablo Neruda: Oda a la casa abandonada
“Casa, ¡hasta luego!
No puedo
decirte
cuándo volveremos:
mañana o no mañana,
tarde o
mucho más tarde.
Un viaje más,
pero esta vez
yo quiero
decirte
cuánto
amamos
tu corazón de piedra:
qué generosa eres
con
tu fuego ferviente
en la cocina
y tu techo
en que
cae
desgranada
la lluvia
como si resbalara
la
música del cielo!
Ahora cerramos
tus ventanas
y una
opresiva
noche prematura
dejamos instalada
en las
habitaciones.
Oscurecida
te quedas viviendo,
mientras
el
tiempo te recorre
y la humedad
gasta poco a poco tu alma.
A
veces una rata
roe, levantan los papeles
un murmullo
ahogado,
un insecto perdido
se golpea
ciego, contra los
muros,
y cuando
llueve en la soledad
tal vez una
gotera
suena con voz humana,
como si allí estuviera
alguien
llorando.
Solo la sombra
sabe los secretos
de las casas cerradas,
solo el viento rechazado
y en el techo la luna que florece.
Ahora,
hasta luego,
ventana, puerta, fuego,
agua que hierve, muro!
Hasta
luego, hasta luego,
cocina, hasta cuando
volvamos
y el
reloj
sobre la puerta
otra vez continúe palpitando
con su
viejo
corazón y sus dos
flechas inútiles
clavadas en
el tiempo.”
Julio Ramón Ribeyro, Prosas apátridas.
“Es necesario dotar a todo niño de una casa.
Un lugar que, aun perdido, pueda más tarde servirle de refugio y recorrer con
la imaginación buscando su alcoba, sus juegos, sus fantasmas. Una casa: ya
sé que se deja, se destruye, se pierde, se vende, se abandona. Pero al niño hay
que dársela porque no olvidará nada de ella, nada será desperdicio, su
memoria conservará el color de sus muros, el aire de sus ventanas, las
manchas del cielo raso, y hasta «la figura escondida en las venas del mármol de
la chimenea». Todo para él será atesoramiento. Más tarde no importa. Uno se
acostumbra a ser transeúnte y la casa se convierte en posada. Uno se
acostumbra a ser transeúnte y la casa se convierte en posada. Pero para el niño
la casa es su mundo, el mundo. Niño extranjero, sin casa. […] Lo que seremos
/está allí, en su configuración y sus objetos. Nada en el mundo abierto y
andarín podrá reemplazar al espacio cerrado de nuestra infancia, donde algo
ocurrió que nos hizo diferentes y que aún perdura y que podemos rescatar cuando
recordamos aquel lugar de nuestra casa.” [Prosas
apátridas (completas),
pp. 39-40]
Comentarios
Publicar un comentario