“Solo soy un cinéfilo a tiempo completo”. Entrevista exclusiva a Ricardo Bedoya W., crítico de cine, investigador y conductor del programa de TV El placer de los ojos.
Nos acercamos al oficio
del crítico de cine, a la pasión por las películas más allá de la profesión, a
la reflexión crítica sobre su difusión comercial en el Perú y a una comprensión
de las transformaciones del “séptimo arte” en la era de las nuevas tecnologías.
Ricardo Bedoya es una de las miradas más documentadas y lúcidas sobre el placer
de ver cine y, a la vez, una de las voces más rigurosas y cultivadas que pueden
disfrutarse en el medio nacional.
¿Qué crees que te ha llevado a amar el cine?
Es
difícil explicar el origen de las pasiones. Solo sé que tengo una vinculación
muy intensa con el cine desde que era muy pequeño. Es más, no recuerdo ninguna
época de mi vida que no esté marcada por una película o por un referente
cinematográfico. Y eso se lo debo agradecer a mi padre.
Tal
vez lo más fácil, manido o reductor sería decir que el cine fue el refugio para
un hijo único y retraído. Prefiero pensar que el cine me ofreció vivencias
intensas o emociones muy primarias que he buscado actualizar una y otra vez, a
lo largo de muchas décadas. Como el miedo, que es un sentimiento tan placentero
cuando lo genera la ficción. O la fantasía de los viajes y las aventuras. O
el voyerismo propiciado por el “dispositivo” de la sala oscura y la pantalla
enorme e iluminada. La impunidad con la que tus ojos pueden entrar a espacios
privados.
Pero
también, como decía Serge Daney, por el hecho de sentirte mirado por las
películas. Descubrirte “ampayado” por ellas, cuando descubres que ese afecto
que te inquieta o preocupa –y que sientes tan íntimo- está siendo representado,
delante de ti, por otros, por esos seres que creías imaginarios. Y que lo
siguen siendo, pero que están atravesando un puente que los conduce hacia ti.
Como dice aquel cartel que aparece en el “Nosferatu”, de Murnau: “Cruzado el
puente, los fantasmas llegaron a su encuentro”.
¿Qué características de una película te producen un placer
más completo?
Sin
duda, el valor y la consistencia de la puesta en escena. Ese dominio de los
recursos cinematográficos que encarna, da forma y modela una visión del mundo y
una mirada sobre el cine. Más allá de la
“importancia” del “tema” o la “trascendencia” de los asuntos tratados, está la
potencia y expresividad de los recursos que maneja un realizador
cinematográfico en la plenitud de su capacidad.
Por
eso, no creo en esas jerarquías que dividen a las películas en “necesarias”,
“artísticas” o “comprometidas “, para enfrentarlas con las “comerciales” o
“populares”, desdeñando a estas últimas. Como tampoco creo que la
“independencia”, o los afanes “experimentales” o vanguardistas de una película
le otorguen, por ese mero hecho, un valor superior a una que provenga de un
sistema de producción industrial, siga un patrón narrativo o se afilie a un
género tradicional. La única diferencia que puede establecerse entre películas
es la que proviene de un juicio sobre sus resultados expresivos. Y eso supone
examinar su tratamiento y su puesta en escena, sin prejuicios.
"El cine me ofreció vivencias intensas o emociones muy primarias que he buscado actualizar una y otra vez, a lo largo de muchas décadas. Como el miedo, que es un sentimiento tan placentero cuando lo genera la ficción."
¿Podrías mencionar algunos ejemplos sin importar su
antigüedad o su actualidad?
Respondo
con algunas preguntas. ¿Cómo imaginar el diálogo entre realidad y artificio en
películas como Close Up o Copia certificada, de Abbas Kiarostami,
sin apreciar el trabajo de disolución de las fronteras entre documental y
ficción que emprende el iraní? ¿Cómo no constatar en los prolongados, sinuosos
y virtuosos movimientos de la cámara de La
ronda, Madame de… o El placer, de Max Ophüls, el sustento de
una visión barroca que recrea los últimos momentos de esplendor de un mundo que
está por desvanecerse? ¿Cómo no ver encarnadas en las discontinuidades
expositivas y sonoras de El libro de
imagen, de Jean-Luc Godard, la voluntad del octogenario realizador de
celebrar la hechura artesanal del cine, ese arte imperfecto, impuro, hecho a
mano? ¿Cómo no detectar en el voluminoso
perfil de Orson Welles interpretando al corrupto Quinlan en Sombras del mal el reflejo del
narcisismo exacerbado y de la voluntad
autoral del realizador de Campanadas a
medianoche. ¿Cómo no sobreimprimir en el austero perfil de los
protagonistas de Gran Torino o La mula, el fantasma melancólico del
héroe al atardecer? ¿Cómo no percibir,
al cabo de sus catorce horas de proyección, que La flor, de Mariano Llinás, nos ha llevado a un viaje regresivo
hasta las formas primitivas del registro de las imágenes, hasta la “cámara
oscura”? ¿Y cómo no darse cuenta de que el miedo en las películas de Jacques
Tourneur es más intenso cuando los personajes susurran y los misterios se
quedan fuera de la vista, en un espacio no representado?
Orson Welles, actor y director de Sed de mal (1958). A la derecha, Charlton Heston. |
¿Ver una película como parte del ejercicio de la crítica te
impide disfrutar más de la proyección?
No.
Es todo lo contrario. Soy un espectador que goza con lo que ve. Y ese placer no
está supeditado a nada. Nunca he visto una película por obligación y no me
arrepiento de ver películas, ni siquiera de ver aquellas que me parecen nulas.
Me pueden poner de mal humor, o aburrir profundamente, pero no lamento haberlas
visto.
Mi
relación con el cine es la del espectador. Un espectador frecuente y que busca
estar informado. La crítica es una actividad que llegó por añadidura. En muchas
épocas he dejado de hacer crítica, pero nunca he dejado de ir al cine o de ver
películas en el soporte que sea. No entiendo a esos críticos que salen de
vacaciones y dicen que no piensan ir al cine durante un mes. Yo trato de hacer
lo contrario: aprovechar el tiempo libre para ver más películas.
Por
otro lado, soy un lector constante de libros y revistas de cine. Y esa
información no ha perjudicado mi disfrute. La información y reflexión sobre el
cine te da la posibilidad de comparar, contrastar, entender mejor. Y eso
potencia el placer.
¿Has deseado o soñado alguna vez ser director y aun actor
de cine?
No,
nunca. Ni director, ni guionista –pese a alguna experiencia ya olvidada– ni,
mucho menos, actor. Solo soy un cinéfilo a tiempo completo.
La diseminación de los multicines en Lima y provincias ha
reducido la diversidad del cine que vemos. ¿Por qué?
Porque
el mercado está en manos de un oligopolio que se reparte turnos de programación
y excluye a todas aquellas películas que no se ajustan a un formato ya pautado.
Los multicines se integran, de modo vertical, a ese modelo concentrado que
ofrece solo cierto tipo de películas. El sistema de multisalas es un modelo de
negocio –que incluye el combo– totalmente funcional al que impusieron las
distribuidoras y los blockbusters en
los últimos 25 años: las películas llegan beneficiadas por un marketing planetario y deben consumirse
rápido. Por eso, ocupan centenares de pantallas para acelerar su carrera
comercial y dejar la cancha libre al blockbuster
siguiente. Avengers satura
el mercado para dejar paso a Pikachu.
El Pokemon tendrá que apurarse para que entre el siguiente invitado a un festín
que deja fuera a muchos.
¿Crees que existe alguna manera de compensar esta
situación?
¿Cómo
compensar esa situación? Si no existe una decisión de política cultural, no hay
solución. La ley de cine que está en el Congreso no toca ese tema. Nadie se
atreve a mirar los modelos que se aplican en España, Francia y muchos otros
países de economías libres y de mercado pero sensibles a la necesidad de garantizar
la diversidad cultural.
"Avengers satura el mercado para dejar paso a Pikachu. El Pokemon tendrá que apurarse para que entre el siguiente invitado a un festín que deja fuera a muchos."
La irrupción del medio digital ha favorecido la
multiplicación de obras y directores. ¿Crees que la facilidad que proporciona
ha comprometido la calidad de la imagen y de las propuestas de los directores?
A
diferencia de los que creen muchos, pienso que el cine pasa por un momento de
gran creatividad. Y eso se explica por la irrupción de las técnicas digitales.
Al incrementarse la producción, aumentan los desniveles, pero no hay nada que
lamentar en ello. Como en todos los campos de la actividad artística, lo
notable es minoritario. Pero llega cuando la práctica se torna más intensa y
más amplia.
La
irrupción de lo digital ha traído cambios en la escritura y en el estilo del
cine. Sin duda, la puesta en escena clásica ha sufrido cambios radicales, pero
eso ocurrió también en otros momentos de la historia del cine. La llegada del
sonido fue un cataclismo. Y la aparición de movimientos como el neorrealismo,
la Nueva Ola y los nuevos cines de los sesenta y setenta cambiaron muchas
cosas. Creo que el cine de hoy vive un tránsito hacia formas que todavía no
terminan de establecer su fisonomía y su identidad. En el panorama actual
encontramos el auge de películas que son también ensayos, autorretratos,
autoficciones. O que se relacionan con los géneros poniéndolos al servicio de
visiones particulares, que apuestan por la intertextualidad. O que inventan
dispositivos singulares que permiten a los realizadores desafiarse a sí mismos,
poniéndose obstáculos, o estableciendo relaciones desprejuiciadas con el
teatro, las artes plásticas, la performance, entre otras prácticas artísticas.
La presencia del cine se extiende. Está en las plataformas digitales, pero
también en las salas de exposición y los museos.
Pero
esa diversidad ha traído consigo también algunos problemas. Sobre todo, la
escasa visibilidad. Muchas de las mejores películas de los últimos años hay que
buscarlas en circuitos paralelos o en plataformas digitales. No llegan ni
llegarán a las salas públicas. Y menos en el Perú, donde no contamos con un
circuito estable y descentralizado de salas de exhibición alternativa.
"¿La impresión del público alarmado por la posibilidad de que el tren que llegaba a la estación de La Ciotat se saliera de la pantalla no está duplicada por la ilusión de aquellos objetos que se aproximan peligrosamente al espectador en los espectáculos de acción que ofrece el 3D digital?"
¿De qué modo la relación con el cine cambia con el paso de
la gran pantalla a la dispersión y la soledad de los dispositivos electrónicos?
Sí,
cambia, pero también ha cambiado la relación del público con la gran pantalla.
Buena parte del público actual revisa, de modo compulsivo, su celular en plena
proyección. Las formas de consumir el cine han variado, pero sería absurdo
lamentarse por eso. Creo que no hay nada comparable a la experiencia de ver una
película en una pantalla grande, pero eso no impide el verlas en el soporte en
que se encuentran y en la pantalla adecuada para ello.
No
olvidemos que las imágenes en movimiento empezaron a difundirse mediante un
dispositivo de visión individual. El Kinetoscopio de Edison era un aparato de
ese tipo. Los Lumière, en 1895, presentan un aparato que permite la visión
colectiva y cambian la historia, inventando un tipo de negocio y una forma de
consumo que se estableció en el curso del siglo XX. Edison quedó como un
precursor.
El kinetoscopio, patentado por Thomas Alva Edison en 1897. |
Ahora
vemos que Edison reivindica sus fueros y coexiste con los hermanos de Lyon. La
proyección en salas sigue siendo un espectáculo masivo, pero las imágenes en
movimiento se difunden también en otras pantallas para consumo privado. Y el
cine seguirá modificándose, pero manteniendo aquello que ha logrado su
subsistencia y que, hoy, se prolonga en otros medios.
¿No
asimilan las series de televisión como Breaking
Bad o Juego de tronos las grandes
lecciones narrativas que aportó el cine? ¿No usan sus recursos básicos, como el
montaje alterno, para crear expectativas, suspenso y tensión? ¿No aprovechan
las técnicas del McGuffin y los cliffhanger propios de los seriales
silentes –a su vez tomadas del folletín literario– para estructurar sus
relatos? ¿No toman como modelos las
pautas de los géneros clásicos del cine y su iconografía?
¿Y
lo que fascina al público de hoy no está actualizando acaso las sensaciones
propias del llamado “cine de las atracciones” de los primeros años? ¿La impresión del público alarmado por la
posibilidad de que el tren que llegaba a la estación de La Ciotat se saliera de
la pantalla no está duplicada por la ilusión de aquellos objetos que se
aproximan peligrosamente al espectador en los espectáculos de acción que ofrece
el 3D digital?
"La pregunta esencialista de ¿qué es el cine? ya no importa tanto como la que interroga a esta película o a esta otra para entender lo que está aportando o lo que trae de novedoso en este tiempo de cambios."
¿Crees que la velocidad de nuestras vidas y el exceso de
información y estímulos ha alterado nuestra capacidad para mirar imágenes y,
por tanto, para entregarnos al visionado de una película?
Sí,
la premura con la que vivimos altera nuestra relación con las imágenes, pero
ellas se adecuan a las exigencias de ese tráfago cotidiano. El modelo canónico
de la película de noventa minutos o de dos horas de duración, realizada para la
pantalla grande, también muta. O se extiende para ser vista en episodios, o con
la premura ansiosa del binge watching,
o se reduce a micro relatos concebidos para ver en el celular o en otros
dispositivos, como tabletas, mientras viajamos en un vehículo del transporte
público.
¿Pero
eso es cine?, me dirás. Sí, te respondo. Porque usa los recursos expresivos que
se fueron acuñando –y trasformando– en el curso de los últimos 125 años. Y
porque el fenómeno de la conexión de nuestra atención con una pantalla
iluminada sigue vigente. La pregunta esencialista de ¿qué es el cine? ya no
importa tanto como la que interroga a esta película o a esta otra para entender
lo que está aportando o lo que trae de novedoso en este tiempo de cambios.
Perfil
Ricardo
Bedoya Wilson es abogado de carrera. Cinéfilo y crítico de cine. Colaboró con la revista Hablemos
de cine, pionera en su género en el Perú. Es un prolífico investigador de
la historia de cine en el Perú. Docente en la facultad de Comunicaciones de la
Universidad de Lima. Entre sus numerosos libros destacan: 100 años de cine en el Perú (1992); Entre fauces y colmillos:
las películas de Francisco Lombardi (1997); y El cine peruano en tiempos digitales (2015).
Dirige el
programa de televisión El placer de los
ojos así como el blog www.paginasdeldiariodesatan.com, ambos dedicados a la crítica de cine.
Excelente articulo, de acuerdo con Ricardo cuando muestra su preocupacion porque no existe en el pais un politica cultural como si lo hay en países de europa, un tema que se tiene que trabajar en nuestro pais., un fuerte abrazo amigo Víctor H.
ResponderBorrarCuando la difusión cultural de cine, música, literatura, etc. queda exclusivamente en manos de la industria, su curso responde ya solo a intereses privados y mercantiles que
Borrarno son los de la sociedad ni los de la misma cultura. Es un agravio profundo que todas o casi todas las salas de cualquier multicine de nuestras ciudades queden secuestradas por la misma película y que, para colmo, los demás multicines repliquen en una insoportable monotonía, sospechosa por supuesto, la misma estrecha programación.
Por eso merecen nuestra defensa, aliento y concurrencia los espacios institucionales, universitarios, etc. que ofrecen proyecciones distintas y alternativas que nos libran del encierro mental y abren ventanas a otros estilos y miradas. Por ejemplo, el admirable y perseverante Cineclub de Lambayeque cuya página recomiendo absolutamente https://es-la.facebook.com/CineclubdeLambayeque/
Otro abrazo, Ivar.
excelente entrevista
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