El maestro como vampiro de sus estudiantes. Crónica de una recuperación / Víctor H. Palacios Cruz

Un lunes por la mañana mi cuerpo experimentó, de repente, la presencia de imperceptibles invasores en su interior. Por fortuna la felicidad casi animal que siento cuando doy mis clases de filosofía logró ahuyentarlos y mantenerlos a raya, fuera del aula, donde sin embargo me esperaron reunidos e inamovibles. Terminada esa cita, como una tortuga que pierde su caparazón, quedé indefenso al ver alejarse el exoesqueleto estudiantil que, minutos antes, me había mantenido activo y móvil e incluso me había impulsado, gracias al intercambio de ideas, hasta esa altura del cielo donde se acaba el azul y principia el brillo de los astros. Ya recluido en mi oficina, sobre la pantalla de mi laptop hacía intentos vanos de darme a mí mismo señales de existencia. Por un lapso impreciso mi ser fue solo una cadena de algoritmos. Hasta que, como una cuerda lanzada desde la otra región desmembrada de mi ser, contestó a un mensaje mío de rutina la estudiante delegada del grupo de esa mañana. Aprove...