“Humanizar” al terrorista para poder juzgarlo y para cuidar el futuro / Víctor H. Palacios Cruz

Apuntes sobre el peligro que encierra el uso de ciertas palabras al adjetivar al autor de los crímenes y las desgracias más dolorosas de nuestro país. Hacia 2008, el ingreso de una niña en un hospital de la localidad austriaca de Amstettem condujo al hallazgo de un sótano que resultó ser una de las prisiones más horrendas que debe haber existido nunca, construida por un vecino educado y marido apacible, según declaraciones de su propia esposa. En esa oscuridad angosta y cuidadosamente provista de electricidad y otros servicios, el septuagenario Joseph Fritzl había recluido a su propia hija Elizabeth con la que había procreado siete niños, una de los cuales era precisamente la que había logrado fugarse para pedir ayuda aprovechando la circunstancia de su enfermedad. Elizabeth había sido sometida durante años a palizas, violaciones y a una existencia prácticamente esclava en esa covacha de la que su carcelero nunca le permitió salir. El estupor enmudeció a medio mundo ...